La Administración Trump ha decidido acabar con la neutralidad en internet, revocando la norma que garantizaba que todo el tráfico reciba el mismo trato, sin tener en cuenta el tipo de datos de que se trate, ni su origen o destino.
En Estados Unidos se va a poder discriminar y cobrar, por ejemplo, para que una web navegue más rápida que sus competidoras, pero también bloquear o priorizar contenidos online. La medida beneficia a los grandes operadores de telecomunicaciones, que ahora podrán ofrecer precios y servicios distintos a portales y usuarios.
Usuarios de primera y de segunda
Los partidarios de la liberalización de la red aseguran que aportará más inversiones en banda ancha y bajada de precios, pero en un sector dominado por gigantes como Google o Facebook, el espacio para la competencia va a ser muy reducido.
Los cambios en EE.UU. no afectarán a España, que aunque no tiene legislación sobre la neutralidad en la red se rige por la de la Unión Europea. Sin embargo, en Norteamérica va a haber usuarios de primera y de segunda, según puedan o no pagar los servicios que se les propongan.
El pastel, para los grandes operadores
El gran pastel de la red se lo van a repartir en EE.UU. los operadores, y ello en un sector en el que todos los actores venían compitiendo en un plano de cierta igualdad. La medida de la Administración Trump supone crear un internet para ricos y para pobres que rompe la idea de libertad y de encuentro universal con la que se ha ido construyendo.