Con la detención -tras haber intentado raptar a una joven la noche de Navidad- del asesino confeso de Diana Quer y la recuperación del cadáver de la joven desaparecida hace año y medio en A Pobra do Caramiñal se resuelve un caso que ha mantenido en vilo a la sociedad española. También se pone un broche trágico a un año luctuoso en lo que atañe a la violencia contra las mujeres en nuestro país.
El año ha llegado a su fin con un insoportable balance de 53 mujeres asesinadas a manos de sus parejas; nueve más que en 2016. Apenas unos días después de que el juicio contra la Manada quedara visto para sentencia, tres futbolistas del Arandina fueron detenidos y encarcelados por agredir sexualmente a una menor. Y la víspera de Nochevieja otra menor denunciaba en Barakaldo a cuatro chicos -todos ellos menores- por, supuestamente, haberla violado. Sobran motivos para afirmar, sin matices de ningún tipo, que 2017 merece ser recordado como el año en que España se dio de bruces contra su propio fracaso en la lucha contra la violencia de género.
Fracaso estrepitoso
El ránking de muertes de mujeres a manos de sus parejas de 2017 prueba que todos los protocolos han fallado estrepitosamente, incluido el reciente Pacto de Estado Contra la Violencia de Género. Trece de los asesinos habían roto las órdenes de alejamiento y tenían una larga trayectoria de malos tratos, así que resulta evidente que jueces y policías han de poner el foco en la reincidencia y reforzar la protección de las víctimas potenciales de los maltratadores.
Además, es imprescindible facilitar la independencia de las mujeres y habilitar pisos puente ante la primera denuncia para que las amenazadas y sus hijos -víctimas propiciatorias, como demuestran los ocho menores asesinados en 2017- se sientan a salvo y no duden en acudir a la policía. También es fundamental animar a denunciar ante el primer indicio.
Cambio en la mentalidad
Pero nada será suficiente mientras no se produzca un cambio sustancial en la mentalidad de la sociedad española. Es inadmisible y vergonzoso que uno de cada cuatro jóvenes de entre 15 y 29 años considere la violencia de género “una conducta normal”, y que uno de cada cinco mantenga que es un tema “politizado” que se “exagera”, según el último barómetro del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.
El secuestro y asesinato de Diana Quer parece responder al patrón de los crímenes cometidos por predadores sexuales, así que no es estrictamente equiparable a los casos de violencia en el ámbito de la pareja. Tampoco se pueden comparar los asesinatos de mujeres con otros delitos de carácter sexual. Pero todos los casos son consecuencia de una violencia en la que la impronta machista es el denominador común. Esto es algo que no se puede ni se debe pasar por alto porque sin ganar la batalla de la educación en igualdad y respeto no se ganará la guerra contra la violencia de género.