Trece años y cinco meses entrando y saliendo de la Moncloa. Rajoy se convertirá este martes en el político de la Democracia que más tiempo lleva en el ejercicio del poder. Nadie se habría atrevido a pronosticarlo cuando empezó: su figura política empalidece ante líderes como Suárez, González o Aznar. A todos ha superado en cantidad. La calidad es otra cuestión.
El secreto de la longevidad política de Rajoy hay que buscarlo en la falta de democracia interna de los partidos políticos en España, y particularmente en la del PP. Lo dice todo este dato: en la primera reunión de la Junta Directiva Nacional -máximo órgano del partido entre congresos- celebrada tras la debacle de los populares en Cataluña, ni uno solo de los más de 400 dirigentes levantó la mano para pedir explicaciones a Rajoy.
Un sistema perverso
Dado que en el PP, en la práctica, no son los compromisarios los que eligen al líder, sino el líder el que elige a los compromisarios, y además tiene capacidad para vetar hasta al concejal del último rincón del país, "el que saca la patita está muerto", tal y como manifiesta hoy en EL ESPAÑOL un exdirigente de la formación.
El sistema, con ser perverso y antidemocrático, podría tener la virtud de dar estabilidad a los liderazgos en el PP, pero pierde cualquier sentido que trate de buscársele cuando se utiliza para eternizarse en el cargo. Así lo entendió Aznar, que se fue voluntariamente tras cumplir dos legislaturas al frente del Gobierno. Rajoy, en cambio, ha usado este modelo para parapetarse de todos sus problemas -incluida la corrupción- y aspira a un tercer mandato.
Sólo una vez ha estado realmente contra la pared, y fue con la investidura de Pedro Sánchez. Pero entonces encontró en Pablo Iglesias a su gran aliado. La izquierda radical que él había alimentado para hacer la pinza al PSOE salió en su auxilio.
Para botón, la ley del aborto
Posiblemente la posición que mejor retrata a Rajoy es la mantenida con el aborto, porque es indicativa de su pasividad, de su carencia de ideología y de su manifiesta voluntad de no meterse en problemas. Él impulsó el recurso al Tribunal del Constitucional de la ley de plazos aprobada por el Gobierno Zapatero. Pues bien, fue capaz de mantener vivo ese recurso mientras gobernó cuatro años con mayoría absoluta: ni lo retiró ni aprobó una ley que sustituyera a la anterior.
Así las cosas, no extraña lo sucedido con la aplicación de un 155 exprés y timorato, como tampoco puede sorprender la inanidad de su legado. Rajoy ha sido incapaz de crear un proyecto para España y también el gran freno para la necesaria regeneración. Su paso por el poder será largo, pero su huella poco profunda. Tal vez, imperceptible.