El secretario de Estado de Educación, Marcial Marín, ha amagado este jueves con la posibilidad de cambiar el modelo educativo en Cataluña e incorporar la casilla del castellano en las preinscripciones escolares. Inmediatamente el separatismo ha tocado a rebato para reactivar el Parlament, restituir el Govern y poner fin al 155.
Habrá quien aplauda la audacia del Ejecutivo por abrir el melón de la inmersión después de treinta años de apartheid lingüístico. Habrá quien ingenuamente celebre que, en el peor de los casos, este anuncio servirá para desbloquear la situación en Cataluña, dar puntilla política a Puigdemont y devolver la grey independentista al redil de la Constitución. Pero la realidad es que el Gobierno hace un brindis al sol sin reparar en las consecuencias políticas y emocionales.
Un farol y una frivolidad
En Cataluña se coacciona y margina a los castellanohablantes. Hace décadas que los padres no pueden elegir la lengua vehicular en la enseñanza, que las sentencias que obligan a respetar los derechos lingüísticos de todos los ciudadanos se convierten en papel mojado ante el rodillo nacionalista y que se adoctrina a los niños en los libros de texto y en la televisión pública.
El Gobierno no ha movido un dedo para corregir estas anomalías cuando tenía mayoría absoluta para hacerlo, así que divagar ahora sobre la posibilidad de incluir en los formularios de las matrículas la casilla del castellano sólo puede interpretarse como un farol y como una frivolidad. Primero porque la gran mayoría de los docentes defienden la inmersión y no se ha tocado el entramado que les da cobertura. Y segundo porque quienes reclaman el castellano en la escuela no van a querer señalarse públicamente en un momento de fractura social como el actual.
Sobreactuación independentista
Rajoy optó por aplicar un 155 exprés en su versión más light, así que ahora resulta muy poco creíble que esté dispuesto a convertir en vehicular el castellano ahora que los nacionalistas acaban de ganar las elecciones. El PP ni siquiera respaldó la iniciativa de Ciudadanos para crear un cuerpo específico contra el adoctrinamiento en la Alta Inspección.
Si de verdad Rajoy estuviera dispuesto a meterle mano a la inmersión no habría dejado el anuncio de una iniciativa de ese calado a un secretario de Estado. Los independentistas sobreactúan al interpretar las divagaciones de Marín como el inicio de la liquidación del modelo educativo catalán. Es decir, con su ligereza, el Gobierno sólo ha conseguido unir al separatismo y crear falsas expectativas en algunos padres que pronto se verán frustradas.