Cuantos más detalles conocemos acerca de los Mossos y de sus responsables, más urgente resulta tomar medidas para limpiar este cuerpo del virus independentista. Tal y como desvela hoy EL ESPAÑOL, un informe elaborado por la Guardia Civil remitido al juez del Supremo Pablo Llarena revela que la responsable de la Escuela de los Mossos tuvo una participación directa en la organización del 1-O.
En concreto, a partir de las comunicaciones interceptadas, queda claro que Annabel Marcos llevó incluso urnas ocultas en su coche para que el referéndum ilegal pudiera celebrarse. Es decir, no sólo hizo la vista gorda -como parte de los agentes- sino que se implicó personalmente. Es muy grave en quien tiene como misión formar a los agentes autonómicos, a los policías locales y a los miembros de Protección Civil.
Episodios vergonzosos
Llueve sobre mojado con los Mossos desde que la documentación incautada a efectivos de la brigada de Información cuando iban a destruirla en una incineradora empezó a sacar a la luz sus trapos sucios.
Primero conocimos operaciones de espionaje a políticos y periodistas indignas de una policía democrática. Después supimos que en lugar de ayudar a la Guardia Civil y a la Policía Nacional a impedir el referéndum ilegal, se dedicaron a seguir a los agentes -a los que se referían en clave como banderins y escuds- y se conjuraron para entorpecer su trabajo y burlar las instrucciones de la Justicia.
Centenares de grabaciones
Esa actitud de los Mossos permite entender algunos episodios vergonzosos de la última semana, como la detención de los agentes que acompañaban a Puigdemont o la identificación de un policía autonómico de paisano entre los alborotadores que asediaron la Delegación del Gobierno de Barcelona.
No toda la Policía autonómica catalana está a favor del procés, pero qué duda cabe de que si la lealtad a los líderes independentistas ha penetrado hasta el tuétano en este cuerpo es porque se les ha inoculado a muchos agentes desde la cúpula y los mandos. Annabel Marcos, exdiputada de CiU, no puede permanecer ni un minuto más al frente de la Escuela de la Policía en Cataluña. Su caso corrobora hasta qué punto el procés lejos de ser algo simbólico iba muy en serio.