Dos botes de crema valorados en poco más de 40 euros han puesto fin a la carrera política de Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid hasta este miércoles. Cifuentes, uno de los principales valores electorales del Partido Popular antes de que el escándalo de su máster en la Universidad Rey Juan Carlos la pusiera ya en la puerta de salida, no ha tenido más remedio que dimitir después de la emisión de un vídeo de mayo de 2011 en el que se ve cómo está siendo conminada por un vigilante de seguridad tras haber robado los citados productos de belleza en un supermercado.
Cifuentes se va de muy mala manera. De la peor posible, como un juguete roto despedazado por los acontecimientos. Acusada al mismo tiempo de mentir en el máster y de robar en un supermercado, la todavía presidenta del PP de Madrid se despedía de los ciudadanos –a los que no ha tenido el detalle de pedir perdón– presentándose como víctima de una cacería sin igual por parte de sus enemigos políticos. Y sin bien es cierto que la concatenación de ataques contra ella parecen formar parte de una campaña perfectamente organizada y ejecutada, no lo es menos que con las pruebas encima de la mesa es evidente que su máster fue un regalo y que las cremas del supermercado también intentó que le salieran gratis. Al final, la peor enemiga de Cristina Cifuentes ha resultado ser ella misma.
Falta de control
EL ESPAÑOL ya adelantó en mayo de 2016 sus posibles problemas con la cleptomanía –“propensión morbosa al hurto”, según la RAE– y que determinados enemigos políticos podrían estar utilizando este hecho para intentar acabar con ella. También parece claro que dichos problemas podían haber comenzado mucho antes, después de que algunas alumnas la vincularan con pequeños hurtos cuando dirigía un colegio mayor de la Ciudad Universitaria de Madrid.
No deja de ser preocupante que el suceso del supermercado de Vallecas se produjera tan solo ocho meses antes de ser nombrada delegada del Gobierno de Madrid; o lo que es igual: jefa absoluta de la Policía de la Comunidad. Cabe preguntarse cómo pudo hacerse con dicho cargo cuando es más que evidente que el suceso era conocido por algunos mandos policiales y por determinados políticos de su partido. Los ciudadanos deberíamos tener claro que nuestros gobernantes no van a poner a un zorro a controlar un gallinero.
Disparo definitivo
Aunque ya hemos dejado claro que ha sido ella la que ha armado de argumentos a sus rivales y enemigos para que acabaran con su carrera política, también es cierto que Cristina Cifuentes se había convertido de unos meses a esta parte en una diana tan grande que resultaba imposible no alcanzarla: su presunta relación extramatrimonial con Ignacio González, las acusaciones de Francisco Granados de haber participado de alguna manera en la financiación irregular del Partido Popular, el máster de juguete y ahora el vídeo del hurto en un supermercado han dibujado una tormenta perfecta sobre ella de la que le ha resultado imposible escapar.
El vídeo ha sido el disparo definitivo. En contra de toda lógica, Cifuentes trataba a la desesperada de mantenerse en el cargo pese a los ataques que recibía a diario por el caso Máster. Hay que preguntarse si los dos botes de crema habrían visto la luz si Cifuentes hubiera dimitido tras el escándalo. Pero el caso es que la han visto en otra maniobra que demuestra la connivencia de las viejas pero activas cloacas del Estado y los distintos clanes de la política madrileña. Es seguro que el vídeo ha estado guardado en un cajón a la espera del mejor momento para hacerlo público. Por eso es tan oportuno que Protección de Datos investigue por qué nos se destruyó al mes de su grabación como era preceptivo y que se determine quién se quedó con una copia del mismo.
El 'caso Lezo'
“Con el caso Lezo empezaron todos sus problemas”, afirman en el entorno más cercano de Cifuentes, que no olvida cuando tuvo que ir a declarar ante el Ministerio Público por las presuntas presiones a las que le habrían sometido Mauricio Casals y Francisco Marhuenda, presidente y director de La Razón. Cifuentes se siente víctima del fuego amigo, especialmente después de que pusiera patas arriba el Canal de Isabel II, llevara a la Fiscalía la gestión de los últimos años y cortara el grifo económico que de allí manaba con sus antecesores en el cargo: Esperanza Aguirre e Ignacio González. El último golpe de Cifuentes contra la gestión de sus compañeros de partido ha sido llevar también a los tribunales las cuentas de la Ciudad de la Justicia.
Es posible –incluso más que posible– que todo esto sea cierto pero también lo es que Cristina Cifuentes ha mentido y robado. Y que si esto último no hubiera resultado cierto, habría soportado cualquier ataque sin necesidad de tener que abandonar de forma tan vergonzante y humillante la sede de la Puerta del Sol.