El Tribunal Supremo puede anunciar hoy mismo su decisión de no admitir la extradición de Carles Puigdemont sólo por el delito de malversación. Así lo ha dictaminado este jueves el tribunal regional de Schleswig-Holstein, tras casi cuatro meses desde la detención en Alemania del expresidente catalán.
El juez Llarena acierta al mantenerse firme en la idea de que el prófugo debe ser juzgado por rebelión. De otra forma, se daría la paradoja de que Puigdemont fuera juzgado por un delito mucho menor que quienes fueron sus subordinados.
El sentido de la euroorden
Ahora bien, el fallo del tribunal de Schleswig-Holstein supone un antejuicio impropio que no sólo limita la acción de Llarena, sino que envalentona al separatismo. Ya tiene un nuevo argumento para presentar a sus presos como víctimas.
Es ésta una decisión judicial que además desvirtúa el propio sentido de la euroorden y que pervierte la esencia de la UE en cuanto a la unidad de la actuación judicial. Se crea un mal precedente que seguro que será fuente de problemas en el futuro.
Insólito e injusto
En todo esto hay una lectura fundamental: en el marco comunitario de cooperación judicial se antepone el dictamen de un tribunal menor sobre el criterio de todo un Tribunal Supremo de un Estado miembro. Una situación tan insólita como injusta. El Supremo hará bien en elevar una queja ante el Tribunal de Justicia de la UE por aplicación incorrecta de la euroorden.
Lo ocurrido con Puigdemont da oxígeno a los golpistas encarcelados y ayuda a debilitar la acusación contra los independentistas. Todo ello en un momento muy delicado, con un Gobierno débil en España que puede caer en la tentación de utilizar este fallo en la línea emprendida de favorecer la distensión con la Generalitat.