El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no acudirá finalmente el 23 de octubre al Senado para dar explicaciones sobre su polémica tesis doctoral en la Universidad Camilo José Cela de Madrid.
Entre otras, la principal argumentación esgrimida por el Ejecutivo es que comparecer en la Cámara Alta para dilucidar un asunto "personal y académico" desprestigiaría al propio Senado.
Escándalo
No hay que olvidar que fue Sánchez quien anunció hace tres semanas en Salzburgo que iba a asistir al Senado. Y lo hizo para ganar tiempo y esperar que pasara la tormenta de su escándalo. Sorprende lo frágil de su excusa: que sólo se presentaría ante los senadores si el debate es sobre "política general".
Si es exagerado acusarle radicalmente de plagio, no es menos cierto que todo este episodio está rodeado de elementos chapuceros, que ilustran un proceso endogámico y carente de rigor: desde la defensa de la propia tesis a la exagerada calificación final.
Explicar el tongo
Sánchez debe dar la cara ante el Senado. Y ha de hacerlo no sólo para demostrar la tan cacareada transparencia de la que hace gala, sino por la responsabilidad de su cargo como líder del Gobierno y para "prestigiar" verdaderamente a las instituciones.
Es significativo que José María Aznar respondiera recientemente en el Congreso por asuntos que ocurrieron hace dos décadas, y que el actual presidente no deje de buscar argucias para evitar dar cuentas de su supuesto plagio. La espantada del jefe del Gobierno, el final de la escapada, está cerca, y deberá pasar el mal trago de explicar públicamente el tongo.