Ante la perspectiva de la multitudinaria manifestación convocada por PP y Cs en Madrid y con un PSOE abierto en canal por la enésima concesión a los nacionalistas, la vicepresidenta Calvo comparecía este viernes para escenificar una supuesta ruptura con el separatismo: una falacia que ha calado en algunos medios, por pardillos o por ser afines al poder. Lo cierto, sin embargo, es que más allá del teatrillo, ni el Gobierno ni la Generalitat dan por roto el diálogo. Y el balón sigue rodando.
De hecho, en un documento de tres páginas difundido también este viernes que el Gobierno anuncia como la última oferta al independentismo, Sánchez acepta la mesa de partidos de ámbito estatal, y no sólo catalán. Se trata de uno de los requisitos en los que la Generalitat había puesto mayor empeño para poder transmitir al mundo que su negociación es de igual a igual con España. Lo peor para Sánchez es que esto ni siquiera les basta a los separatistas... por ahora.
Competencias
En este documento también se especifican las funciones del polémico verificador o "relator", aunque este último término ni siquiera figure en el texto. Se apela al diálogo dentro de la "seguridad jurídica", pero es significativo que no haya ninguna mención expresa a la Constitución y que se hable abiertamente de "un conflicto sobre el futuro de Cataluña". Pura retórica independentista.
Lo más grave del caso es que al otorgar legitimidad a una mesa de partidos se laminan, de facto, las competencias del Parlamento. Y aquí sí que se pueden estar alterando las funciones representativas consagradas por la Constitución.
Enmienda a Sánchez
En realidad, las concesiones con las que está transigiendo el Ejecutivo podrían formar parte de un programa de máximos del mundo separatista hace sólo unos pocos años. El logro de Sánchez ha sido normalizar estas condiciones y camuflarlas como diálogo.
Sea como fuere, el intento del presidente de aparentar que ha dado un ultimátum a los separatistas es un fiasco. No lo creen los suyos y no lo cree la sociedad española. La manifestación del domingo en Colón será una verdadera enmienda a Sánchez y a sus relatores. Aunque no quepa duda de que el Gobierno y los nacionalistas seguirán dándose oxígeno mutuamente, contra todo y contra todos: les va mucho en ello.