Carmen Calvo ha informado este viernes de la fecha exacta en la que, según el Gobierno, se procederá a la exhumación de Franco. Sería el 10 de junio y los restos del dictador se trasladarían al cementerio de Mingorrubio-El Pardo. Todo en condicional, claro, porque el anuncio de la vicepresidenta omite intencionadamente que la exhumación puede alargarse sine die en tanto que depende de que el Tribunal Supremo acepte o rechace un recurso de la familia.
Es evidente que el Gobierno, que hizo de sacar a Franco del Valle de los Caídos una cuestión de Estado, va a usar la polémica en torno a los restos del dictador en un elemento central de la campaña. Hasta el punto de crear el imaginario de que si las elecciones del 28-A configuraran un Gobierno de distinto color, estaría en peligro este logro.
Antifranquismo
Con esta medida, el PSOE se arroga la bandera del antifranquismo y desplaza definitivamente a Podemos de ese podio. La jugada de Sánchez de intentar convertir las generales en un referéndum sobre el futuro de Franco -qué oxímoron- tiene otra lectura, y es el hecho de que el Ejecutivo anuncie una fecha para su traslado despreciando olímpicamente el pronunciamiento de la Justicia.
Cualquiera podría establecer un paralelismo histórico y entender el próximo calendario de elecciones como una una suerte de revancha de la Batalla del Ebro... ¡ochenta años después!
Empecinamiento
El empecinamiento de Carmen Calvo con esta medida estrella de su memoria histórica no sólo contribuye a reverdecer revanchismos extinguidos, sino a polarizar aún más a la sociedad en torno a un debate artificial -en tanto que está siendo azuzado a la medida del interés electoral- y que desde luego no es prioritario. La vicepresidenta ha conseguido dejar a Franco atado y bien atado... al menos en el horizonte electoral inmediato.