El presidente Donald Trump y el dictador norcoreano Kim Jong-Un han protagonizado un hito histórico este domingo al mantener un encuentro en la llamada Zona Desmilitarizada, la frontera entre las dos Coreas, el reducto más sangrante de la Guerra Fría. Desde ahí, ambos líderes han caminado juntos hasta la jurisdicción territorial de Corea del Norte. La importancia del gesto de Donald Trump no es baladí: es el primer presidente norteamericano que accede a lo que, para la nomenclatura del Pentágono, es el suelo de un país enemigo.
A la política irregular, bronca, incluso contradictoria de la Administración Trump, pueden achacársele no pocos defectos que, en el plano internacional, someten a la geopolítica a una tensión insoportable. Sin embargo, decisiones repentinas como la de Donald Trump de mantener un encuentro con el sátrapa norcoreano ayudan a desentumecer la relación con uno de los miembros del Eje del Mal. Es más, el empeño de Trump por mantener un encuentro con Kim es un capricho del magnate estadounidense, que mantiene una curiosa y fluida relación epistolar con el tirano.
Terror
Si la dictadura norcoreana se sostiene en el terror y en el culto al líder, la política exterior norteamericana con Donald Trump se basa en una forma muy particular de entender las relaciones internacionales al arbitrio del presidente. No es ocioso recordar que Donald Trump se encuentra de gira por Asia tras participar en la cumbre del G20 en Osaka, donde Washington ha logrado contener la guerra comercial con Pekín y levantar el veto a que las empresas norteamericanas puedan vender componentes tecnológicos al gigante chino Huawei.
En puridad, y al margen de este encuentro en la línea fronteriza más peligrosa del mundo, la iniciativa de Donald Trump ha servido, de momento, para disminuir la tensión entre estas dos potencias nucleares después del clamoroso fracaso cosechado en las últimas reuniones mantenidas con el dirigente de Corea del Norte.
Simbolismo
Bien es verdad que el gesto de Trump puede entenderse como un brindis al sol sin ningún fruto concreto. Y que la convocatoria de esta reunión vía Twitter desacredita las normas más básicas de la diplomacia. No obstante, los escasos metros de Trump en Corea del Norte tienen un simbolismo impagable.
Sólo la Historia nos dirá si el pequeño paso del presidente norteamericano en la dictadura norcoreana equivale a un gran paso para la Humanidad. Y si la extraña sintonía entre los dos mandatarios tiene una correlación directa en la necesaria estabilidad nuclear del Planeta. Los precedentes no son demasiado halagüeños, pero las relaciones internacionales son caprichosas.