Basta observar la expectación y las reacciones que ha suscitado la elección de María Chivite como presidenta de Navarra gracias a la abstención de Bildu para percatarse de que en Pamplona se dilucidaba este viernes mucho más que un gobierno autonómico.
Casado ha calificado el desenlace de "portazo a los constitucionalistas" y Rivera ha hablado directamente de "traición". La realidad es que, tal y como hoy publicamos en EL ESPAÑOL, Chivite pasará a la historia por ser la primera socialista por gobernar con permiso de los batasunos.
Las cesiones
Es verdad que la nueva presidenta navarra se ha propuesto gobernar desde la moderación y va a intentar por todos los medios no hacer concesiones a Bildu. Como también es cierto que este cuatripartito que encabeza Chivite supone mejorar la situación de la pasada legislatura, en la que Bildu sí formaba parte del Ejecutivo. Sin embargo las cuentas no le salen. Va a tener constantemente la presión de los proetarras.
Por lo pronto ya han empezado las cesiones al nacionalismo, que en el Gobierno lo encarnan los vasquistas de Geroa Bai. La propia presencia de Andoni Urtuzar (PNV) en la sesión de investidura fue considerada como una provocación. Pero es que ya está firmado, por ejemplo, el compromiso para sacar a la Guardia Civil de las carreteras navarras, y la implantación del euskera se ha dejado en manos del partido de Uxue Barkos.
Ocasión perdida
Con todo, lo peor es la sensación de que se ha desaprovechado una gran oportunidad para encarrilar a Navarra tras cuatro años de deriva nacionalista y, sobre todo, para incluir a la Comunidad foral en un pacto de Estado fruto del consenso de las grandes fuerzas constitucionalistas. Estamos convencidos, en cualquier caso, de que eso es lo que acabará ocurriendo más pronto que tarde.