El debate electoral con los portavoces parlamentarios organizado este viernes por RTVE fue una decepción. Y lo fue por un formato que impone una discusión a siete voces. El buen hacer y los esfuerzos de Xabier Fortes por darle agilidad y coherencia estaban así condenados al fracaso. El plató acabó convertido en "la casa de los líos", en acertada expresión de la socialista Adriana Lastra.
Urge una nueva regulación de estos debates para que la Junta Electoral no obligue a contar con todos los partidos que tienen grupo parlamentario en el Congreso. Bastaría con que se estipulara que sólo puedan participar aquellas formaciones que se presenten en todo el territorio nacional. La cadena pública podría facilitar en sus centros regionales otros debates con presencia de las formaciones nacionalistas.
Mucho en juego
El actual formato dispersa las intervenciones, dificulta el diálogo y hace muy complicado su seguimiento. Ayer quedó patente. La cantidad de turnos de palabra obligó a alargar el debate más de dos horas. No es lo que merecen una elecciones generales, y menos en un momento en que el país se juega tanto.
La imagen de Aitor Esteban hablando de forma desganada y recurrente de asuntos que no interesan al conjunto de españoles y con los segundos de su cronómetro sin consumir fue esperpéntica, y resume a la perfección lo ridículo de incorporar al PNV a un debate así. Algo parecido se podría decir de Gabriel Rufián.
Girigay a siete
Si este tipo de debates tienen como misión involucrar a los ciudadanos en la política y animarles a participar, difícilmente el celebrado anoche logrará tales propósitos. Más bien al contrario: pueden acabar desmotivando a los electores.
A la esterilidad e intrascendencia del girigay a siete emitido por RTVE hay que añadir lo decepcionante del contenido. Porque si los participantes dijeron la verdad, a poco que se confirmen los resultados que anticipan las encuestas, España se verá abocada a unas terceras elecciones. Por la cuenta que nos trae, habrá que confiar en que alguien mintiera. Y eso convierte si cabe en más frustrante el tedioso debate.