Este jueves va a tener lugar la primera reunión entre el PSOE y ERC en la que Pedro Sánchez buscará apoyos para su investidura. El encuentro viene marcado por la posición de fuerza de ERC, que ve la posibilidad de exprimir a un PSOE necesitado.
En las vísperas, Gabriel Rufián, crecido, se ha vanagloriado de "sentar" en la Mesa a un Sánchez "derrotado", y ha recordado que es su formación la que "pone y quita gobiernos" en España.
Envalentonados
Sánchez pudo optar por un gobierno moderado y constitucionalista junto a PP y Cs, pero prefirió cerrar un acuerdo exprés con Podemos que le obliga a meterse en la boca del lobo de los separatistas. Eso ha permitido que un condenado por sedición, Junqueras, tenga la posibilidad de delimitar el terreno de la negociación: o autodeterminación o terceras elecciones.
El nacionalismo, envalentonado, cree haber encontrado una autopista y ha apretado el acelerador. Los nacionalistas vascos acaban de pactar con Podemos un futuro Estatuto que elimina en la práctica la presencia del Estado en la Comunidad Autónoma y abre la puerta a la autodeterminación.
Terreno pantanoso
En Navarra, por su parte, la socialista Chivite ya anda negociando los Presupuestos con EH Bildu sin molestarse siquiera en disimular. Incluso se ha sentado en la misma mesa que Adolfo Araiz, ex miembro de Herri Batasuna y uno de los más fervientes defensores de la doctrina etarra de "socializar el sufrimiento". La posición de Sánchez, abierto ya a negociar con cualquiera, es un precedente para que cada barón de su partido se sienta con las manos libres para actuar.
El PSOE se ha adentrado en un terreno tan pantanoso que es imposible que salga de él sin salpicaduras. Con estos mimbres, Sánchez trata de sostener el futuro gobierno de un país que habrá de afrontar retos sin precedentes.