Este domingo Miquel Iceta ha asegurado en una entrevista que en España hay "ocho o nueve naciones" a razón, según argumenta el líder del PSC, de los "Estatutos de Autonomía" de cada una de estas regiones. Para el socialista catalán nuestro país está conformado por "Galicia, Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco y Cataluña". Y no contento con eso, abunda en que Navarra sería esa novena nación atendiendo al "preámbulo" de su Estatuto porque "nación y nacionalidad son sinónimos".
Al margen de una simplificación torticera de la Historia de España -cuando en el Amejoramiento del Fuero navarro figura la palabra "nación" lo hace en referencia a la española- , las palabras de Iceta azuzan aún más el debate territorial en un momento en el que la conformación del gobierno depende de separatistas, nacionalistas y regionalistas.
Totum revolutum
Es verdad que en el ADN del PSC siempre ha figurado la concepción plurinacional de España, pero a expensas de una investidura que depende de la abstención de ERC, este argumentario cobra una perversa relevancia. El socialismo parece empeñado en tranquilizar las tensiones territoriales con un totum revolutum que complica aún más el panorama.
Piensa Iceta, en un supuesto ejercicio de moderación, que "se puede aspirar a ser nación sin aspirar a ser Estado". Y todo en el mismo día en el que el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, ha elevado el coste del apoyo de de los nacionalistas vascos a la investidura amenazando con que es "poco realista" que su partido "pacte con Sánchez" si el presidente en funciones "no acepta el derecho a decidir".
Nominalismo
La realidad es que el debate sobre la nación es complejo y los socialistas parecen resolverlo con un mero nominalismo, equiparando "nación" con "nacionalidad" y "nacionalidad histórica" y basándose, además, en la ambigüedad de la Constitución en este punto y en los propios preámbulos de los Estatutos regionales. Es esta misma ambigüedad la que abre la puerta a las naciones sin Estado en España. Pero es que con estos criterios, hasta Madrid o Ceuta podrían erigirse en naciones en un escenario que, además, no contentaría a los separatistas que exigen el hecho diferencial y la bilateralidad como estadio previo a la independencia.
La solución plurinacional a la que tanto se ha abonado el socialismo en las últimas fechas nos evoca el final de la célebre película La caída del Imperio Romano de Anthony Mann: "Sólo se puede destruir a una gran nación cuando ella misma se ha destruido interiormente".