La subida del sueldo de los funcionarios y el aumento del Salario Mínimo, las dos medidas del Gobierno con las que Sánchez quería imprimir su sello al inicio de su nuevo mandato, han quedado sepultadas por la tormenta política.
El anuncio de la modificación del Código Penal con la finalidad de rebajar las penas de los cabecillas del procés y el portazo en los morros a Guaidó, al tiempo que se recibía en privado a miembros del Ejecutivo de Maduro, han puesto al presidente en un aprieto.
Malestar interno
Si las cesiones al separatismo han hecho saltar a Emiliano García Page, que ha puesto por primera vez ojos y cara al malestar interno en el PSOE por las negociaciones con Esquerra Republicana, el desplante al presidente encargado de Venezuela ha despertado a Felipe González.
El cruce de declaraciones entre González y Zapatero pone el dedo en la llaga de las contradicciones en el seno del socialismo español, justo después de formar gobierno y cuando el viento parecía soplar a favor de Sánchez.
Palabras proféticas
La comunicación, uno de los fuertes del presidente del Gobierno, ha empezado de pronto a hacer agua. Sánchez se muestra esquivo con los periodistas, evita dar explicaciones sobre por qué delega en la ministra de Exteriores la bienvenida a Guaidó, deja sólo a Ábalos ante las críticas por el encuentro con la vicepresidenta de Maduro en Barajas, anuncia una inopinada visita a los lugares azotados por el temporal en lo que muchos ven, precisamente, un intento por alejarse de la tormenta...
Entre tanto, la oposición se rearma. El desliz de Sánchez ha permitido a Casado coger la bandera de la defensa de la libertad, de la democracia y de los derechos humanos, devolviendo con ello la moral a un PP que andaba desdibujado. Ahora se convierten en proféticas las palabras de Felipe VI cuando, nada más prometer Sánchez el cargo de presidente, le dijo: "Ha sido rápido, simple y sin dolor. El dolor viene después".