JxCat se ha negado a votar este lunes el presupuesto del Parlament después de que su presidente, Roger Torrent (ERC), ejecutara la orden de la Junta Electoral Central -avalada por el Supremo- de despojar a Quim Torra de su condición de diputado autonómico.
Con esta decisión han quedado abiertas definitivamente las hostilidades entre JxCat y ERC, y lo que es más importante, salvo milagro, asistimos al fin de la legislatura catalana. Aprobar las cuentas autonómicas, después de lo vivido este lunes en el hemiciclo, se antoja una quimera.
Focos para Junqueras
La negativa del republicano Pere Aragonès a aplaudir la intervención de Torra contra el dictamen de la Junta Electoral pone de manifiesto las diferencias insalvables de los dos grandes partidos del separatismo. Difícilmente, la visita que hoy harán los líderes del procés encarcelados al Parlament para participar en la llamada comisión por el 155 servirá para escenificar la paz. Junqueras quiere acaparar todos los focos.
ERC se limitó a manejar la añagaza de que Torra pudiera seguir siendo un presidente sin escaño hasta que el Supremo decida si su inhabilitación es firme; algo inasumible para JxCAT. Y ello, en medio de un pleno caótico que hubo de interrumpirse en varias ocasiones.
Sánchez se beneficia
Torra ha quedado absolutamente desautorizado. Además de confirmarse su inhabilitación y su ruptura con ERC, tuvo que oír este lunes cómo el PSC -aliado de los republicanos- daba por finiquitada la legislatura mientras desde la bancada de Cs le tildaban de "delincuente".
Esta implosión de la política catalana beneficia a Pedro Sánchez que, por lo pronto, se evita una nueva foto de Pedralbes. La guerra civil del separatismo le permite ganar tiempo y enfriar las críticas a sus cesiones.