Este miércoles, justo el día después de la performance separatista en el Parlament por la llamada comisión del 155, Quim Torra ha decidido acabar con la legislatura en Cataluña. El presidente ha roto públicamente con ERC y convocará elecciones tras aprobar los Presupuestos autonómicos.
Entiende Torra que el Govern a día de hoy carece de "unidad" y de "lealtad", y en un supuesto alarde de patriotismo convocará a las urnas en el momento en que las circunstancias permitan "lo que sea mejor para el país". O dicho de otro modo, que habrá elecciones en Cataluña cuando mejor le convenga en su huida hacia adelante y en espera de la inhabilitación definitiva por parte del Supremo.
Mesa bilateral
Más allá de esta ruptura en firme del separatismo, quien más beneficiado sale de las turbulencias entre los secesionistas es Pedro Sánchez. Acaso porque con este adelanto electoral sin fecha concreta se crean unas expectativas de interinidad en Cataluña que al líder socialista le sirven para ganar un tiempo precioso. Es verdad que Sánchez se reunirá con Torra el próximo 6 de febrero, pero lo hará con un -de momento- cadáver político inhabilitado por todos los frentes posibles. Con un interlocutor inestable.
Si hace apenas unos días la opinión pública temblaba ante las concesiones que Sánchez pudiera hacer al separatismo o sobre el fracaso de la mesa bilateral y las consecuencias sobre la gobernabilidad y el futuro de la legislatura, el PSOE ve que la realidad le calma las aguas: algo que suele ocurrirle a quienes tratan de ostentar el poder a toda costa.
Presupuestos
Y no hay que perder de vista otra derivada aún más importante a medio plazo: que las futuras elecciones catalanas deriven en un tripartito (ERC, PSC y los comunes) que templarían de algún modo los maximalismos de Esquerra.
Prácticamente todas las elecciones anticipadas se han antepuesto casi siempre a la aprobación de unos Presupuestos. Y hay quien en ese contexto maniobra con inteligencia y convierte la negociación de las Cuentas en el do ut des de la gobernabilidad.