El aviso de Junqueras desde la cárcel, esta vez sin intermediarios, retransmitido de viva voz por La Sexta, de que volverá a declarar la independencia, debería hacer reflexionar a Pedro Sánchez sobre el peligro que entraña este compañero de viaje. Sánchez recurrió a él para que le apoyara en su investidura, ahora quiere que le apruebe los Presupuestos y pretende que sea también su socio para arreglar la situación en Cataluña.
Pero ¿se puede confiar en Junqueras? El líder de Esquerra Republicana, que insistió una y otra vez ante las cámaras de Jordi Évole en que era "absolutamente inocente" y víctima de la "represión" del Estado, dio pistas nada esperanzadoras sobre sus futuras intenciones.
Mayoría crítica
Por una parte, aseguró que "la próxima vez" declarará la independencia "con más apoyos y más complicidades", en busca seguramente de esa mayoría crítica que Miquel Iceta cifró en su día en "un 65%", a partir de la cual la democracia española "debe encontrar un mecanismo para habilitarla".
Por otra, dejó la puerta abierta a seguir avanzando en ese propósito de la mano de Puigdemont, puesto que es "más fácil entenderse" con JxCAT, dijo, que con quienes han permitido que él y sus compañeros estén en prisión. Es decir, que en pos de su objetivo, Junqueras está dispuesto a jugar a las bandas que sea necesario: ahora con los socialistas, mañana con el sustituto de Torra o con quien se tercie.
Beatífico Junqueras
Pero lo más peligroso de Junqueras es su forma de presentarse ante la opinión pública poco menos que como una hermanita de la caridad: no sólo enseña a leer a los presos analfabetos, sino que reparte conguitos por las celdas o echa de menos los árboles. Y todo "sin rencor", porque como él mismo dice, "el junquerismo es amor".
Esa imagen del beatífico Junqueras que algunos medios parecen empeñados en propalar equivale a vestir con piel de cordero al lobo. Porque lo que debería valorarse no es si Junqueras es mejor o peor persona o si tiene mejores o peores sentimientos, sino la bondad o la perversidad del proyecto político que encarna. Pues bien, el nacionalismo supremacista e insolidario que defiende y que ya ha fracturado a la sociedad catalana haciendo sufrir a muchas personas no tiene nada de virtuoso.
Évole preguntó al líder de ERC si no tenía "escrúpulos morales" por hacerse amigo en la cárcel de personas que han podido cometer graves delitos. ¿Y no los tendrán estos delincuentes por relacionarse con un sedicioso y malversador de fondos?, cabría preguntarse también.