De aquí a treinta días, Pablo Casado se juega buena parte de la credibilidad de su proyecto. Las elecciones vascas serán su particular test de estrés, pues suyo fue el empeño de ir en coalición con Ciudadanos y por cambiar, en la recta final, a Alfonso Alonso como candidato para apostar por Carlos Iturgaiz de cabeza de lista.
El presidente nacional del PP es consciente del envite y por eso va a implicarse personalmente en la campaña electoral, que tendrá dos ejes: su omnipresencia y la organización de actos en lugares simbólicos para el constitucionalismo y la defensa de las libertades.
Las encuestas
Hoy por hoy las encuestas no son precisamente favorables a los intereses del PP: la expectativa de sumar siete escaños en la Cámara de Vitoria, como contempla nuestra última encuesta de SocioMétrica, supondría un severo varapalo para las aspiraciones de Génova.
Sin embargo, miembros del PP vasco empiezan a dar por bueno mantener grupo parlamentario propio, que requiere un mínimo de cinco diputados. En la presente legislatura los populares vascos cuentan con nueve representantes.
Luchas internas
La importancia para Casado de lo que suceda el 5 de abril tiene una clara explicación: fue una decisión arriesgada y personalísima suya, tomada en contra de la dirección regional, la que dio un vuelco a la candidatura y a la propia organización del PP vasco.
Por eso mismo, la operación de Génova puede tener un efecto bumerán. O le consolida aún más dentro del partido, o le hará más vulnerable en un PP con luchas internas soterradas que vienen de largo y que le pueden acabar pasando factura.