La actitud de Quim Torra y de Iñigo Urkullu ante la amenaza sanitaria más grave que ha vivido España en generaciones resulta descorazonadora y revela, en su máxima expresión, la miopía y la miseria del nacionalismo.
Frente al cierre de filas del resto de Comunidades Autónomas con el Ejecutivo, las autoridades de Cataluña y País Vasco pretenden convertir el estado de alarma decretado en defensa de los ciudadanos en un ataque al autogobierno y en "un 155 encubierto".
Los gobiernos catalán y vasco han quedado en evidencia con manifestaciones lamentables, pero también con su actitud en la primera reunión telemática entre el presidente del Gobierno y los presidentes autonómicos. Tal y como hoy desvela EL ESPAÑOL, el mandatario cántabro, Miguel Ángel Revilla, les reconvino con estas palabras: "Esto es la guerra, y en la guerra no pueden mandar cinco". Y tiene toda la razón.
Delirio separatista
De Torra y de Urkullu era esperable, en las actuales circunstancias, un mínimo sentido de Estado. Pero queda claro ya que el delirio del nacionalismo roza la paranoia. La realidad es que mientras la Generalitat trata de presentar la epidemia como algo restringido a Madrid y a Igualada, el vicepresidente catalán, Pere Aragonès, ha dado positivo en la prueba del coronavirus.
En este periódico hemos defendido y defenderemos la imperiosa necesidad de que los españoles, con independencia de su lugar de residencia y sin discriminación alguna, gocen del mayor amparo en una situación como la que vivimos. De ahí la necesidad del mando único.
Salud y política
Presentar la crisis del coronavirus como una afrenta al autogobierno es enfangar el terreno y un intento bastardo de sacar rédito político. El Gobierno debe tomar nota de esta deslealtad y seguir con sus planes para cumplir sus objetivos en la lucha contra la pandemia.
La titular de Defensa, Margarita Robles, ha sido rotunda al advertir de que quien "no antepone la salud a la política" debe "quedar fuera de la vida pública". Es pronto ahora para tomar decisiones que no tengan como finalidad atajar la crisis sanitaria: están en juego miles de vidas. Pero cuando todo pase, será el momento de que Pedro Sánchez se plantee en serio qué clase de aliados quiere para gobernar España.