La dura realidad de España es que, pese a todos los esfuerzos, rozamos los 10.000 muertos oficiales a causa del coronavirus, y estamos cerca de superar a Italia en ese dramático ranking. ¿Cómo hemos podido llegar a esta cifra? ¿Por qué otros países de nuestro entorno, mucho más poblados, quedan lejos de esa mortandad?
En realidad, es fácil suponer que la terrible cifra de 10.000 fallecidos ha sido sobrepasada ya. En la lista no se computa a los fallecidos con evidentes síntomas de la enfermedad pero a los que no se les realizó el test, y estamos viendo cómo en Cataluña no se ha estado contabilizando a los ancianos que han muerto en residencias o en sus casas.
Los errores
Es cierto que cada país hace el recuento a su manera, incluso dentro de la propia UE -otro reproche que añadir a la Unión-, y ello contribuye a levantar suspicacias, en un sentido o en otro. Eso ha hecho, por ejemplo, que el expresidente extremeño José Antonio Monago haya acusado al Gobierno de ocultar el número real de fallecidos, haciendo de portavoz de una opinión extendida en la calle.
Con todo, a estas alturas, la dimensión de la tragedia es tal que las cifras dejan de ser lo más importante. Toca analizar por qué hemos llegado hasta aquí. Pues bien, cada día que pasa se ve con más claridad que hubo falta de previsión, que se tardó en reaccionar y que eso obligó a las autoridades a ir improvisando sobre la marcha. Además, algunos ciudadanos fueron imprudentes al no tomarse en serio el estado de alarma.
Las consecuencias
Que en la sociedad está calando la idea de que el Gobierno no ha estado todo lo acertado que debiera, lo sugiere la encuesta de SocioMétrica que hoy publicamos en EL ESPAÑOL. Los ciudadanos otorgan una gran credibilidad a Pablo Casado -el político mejor valorado en ese sentido- mientras penalizan a Pablo Iglesias.
No se trata, ni mucho menos, de una encuesta de intención de voto que sería absurda en estas fechas y en las actuales circunstancias, con un país en estado de shock. Pero llama la atención cómo muchos españoles empiezan a volver la mirada hacia el líder del PP. Esto podría interpretarse como que existe desengaño hacia el Gobierno y, seguramente también, cierta sensación de desamparo.