Los datos de la pandemia son sobrecogedores. De manera oficial ya han fallecido más de 100.000 personas por coronavirus en el mundo, aunque esa cifra se superó en realidad hace días. Muchas víctimas han quedado fuera de las estadísticas. Las autoridades han sido incapaces de hacer un recuento riguroso y los métodos varían de un país a otro; en el nuestro, incluso de una región a otra.
En cualquier caso, superar las 100.000 muertes supone atravesar una barrera psicológica dolorosísima que nos recuerda que la Humanidad está siendo acechada por una enfermedad para la que todavía no hay vacuna. Y más allá de la propia amenaza sanitaria, el panorama que se abre ante el mundo es de una enorme incertidumbre.
Mazazo económico
Los gobiernos habrán de endeudarse y afrontar una profunda crisis. Algunos cálculos hablan de 25 millones de nuevos parados en el planeta al final de este año. La OMC prevé una caída del 32% del comercio y un descenso del PIB planetario superior al 8%. El gasto sanitario se ha desbocado, lógicamente, y todos los sectores acusan el frenazo en seco de la economía.
El proyecto europeo, que ya venía herido por el brexit y por el auge de los nacionalismos eurófobos, ve ahora cómo se abre una peligrosa brecha entre los países del Norte y del Sur. El Eurogrupo avisa de que no se emitirán esos coronabonos que pueden ser vitales para Italia o España.
Larga travesía
Al margen del tsunami económico, la epidemia tiene y tendrá una importancia capital en la forma de socializarnos: muchos hábitos cotidianos cambiarán. Las aplicaciones para la geolocalización, el confinamiento obligatorio fuera del domicilio y el pasaporte epidemiológico han abierto ya el debate de hacia qué tipo de sociedad nos dirigimos, con mengua de las libertades individuales.
La travesía será larga. La OMS no puede ser más clara: corremos el riesgo de un "rebrote mortal" si el planeta rebaja las medidas de cuarentena. Muchos días nos despertaremos y, como en el cuento de Monterroso, veremos que el virus todavía sigue ahí. Hay que concienciarse de que vivimos tiempos de guerra y, como en todas las guerras, habrá víctimas, sufrimiento y penurias.