Este lunes finaliza el período de "hibernación" de sectores no esenciales decretado hace dos semanas por el Gobierno. Se estima que cerca de cinco millones de españoles, principalmente en la industria y la construcción, acudirán hoy a su puesto de trabajo en un clima de angustia por la pandemia.
En algún momento la actividad económica debe ir volviendo paulatinamente a la normalidad, sin embargo son muchos los interrogantes sanitarios y laborales sobre la mesa. De momento, el Ejecutivo ha puesto en circulación 156.000 mascarillas en los puntos neurálgicos de transporte, una cifra escasa para el movimiento de trabajadores que se espera.
Rebrote letal
Hay quien opina que este levantamiento de parte de las restricciones tiene no poco de improvisación, por cuanto se deja al libre criterio de cada trabajador el diagnóstico de si está contagiado o no y, por tanto, si debe acudir a su puesto. Dicho de otro modo, se apela a la responsabilidad de cada uno evitar el contagio.
Más aún por cuanto carecemos de test fiables para monitorizar la pandemia y cuando la OMS ha advertido por activa y por pasiva que un rebrote de la enfermedad, en este estadio de tanta vulnerabilidad, sería letal.
Test decisivos
Hay otro elemento a tener en cuenta, y es que la vuelta al trabajo obliga a hacer desplazamientos que pondrán a prueba la viabilidad de las medidas profilácticas en los transportes públicos. Y ello en un ambiente de temor lógico al desempleo en el que tampoco ayuda la actitud de la UE con su oposición a emitir coronabonos con los que sufragar la recuperación.
Cinco millones de personas fuera de su casa son un reto. Con su decisión de apretar el acelerador, Pedro Sánchez se juega mucho. Pretender el equilibrio entre la protección de la salud y la reactivación de la economía sería mucho más fácil y seguro si se hubieran extendido los test a la población. Ojalá salga cara.