El anuncio del Gobierno de que este mismo mes llevará al Consejo de Ministros un nuevo proyecto de Memoria Histórica es un gravísimo error. Si este tipo de iniciativas ya resultaban extemporáneas hace unos meses, en las actuales circunstancias, entre brote y rebrote del coronavirus, son un disparate.
Es incoherente que Pedro Sánchez invoque una y otra vez los valores de la unidad y la necesidad de llegar a acuerdos y, al mismo tiempo, introduzca elementos que generan división en el seno de la sociedad española.
Holocausto
Esta cuestión reaviva heridas entre los ciudadanos, y no porque los españoles no condenen en su amplísima mayoría la dictadura de Franco. El problema es tratar de volver sobre la historia de forma sesgada para intentar reescribirla siguiendo un guión de buenos y malos.
El solo hecho de comparar el franquismo -por repugnante que nos parezca- con el nazismo, tal y como intenta hacer ahora el PSOE, no sólo es tergiversar los hechos, supone, entre otras consideraciones, banalizar el Holocausto.
Fantasmas
Puede que el asunto de la Memoria Histórica esté en la agenda de Sánchez y de Pablo Iglesias, pero no lo está en la de los españoles. Eso es tan evidente como que en las elecciones de 2019, celebradas sólo dos semanas después de que el Gobierno exhumara los restos de Franco para trasladarlos a El Pardo, el PSOE cayó tres diputados y Podemos, el otro gran valedor de esta iniciativa, siete.
La ley de Memoria de Zapatero dejó las cosas en su sitio. Insistir en alancear fantasmas del pasado es peor que inútil: resulta nocivo en un momento en que se necesita concordia y unidad para luchar juntos contra la pandemia.