La decisión del PNV y de Bildu de boicotear a Vox negándose a debatir con este partido en el Parlamento Vasco no tiene precedentes en nuestra democracia ni en la historia del parlamentarismo español. Ni siquiera en vísperas de la Guerra Civil, cuando la violencia se palpaba en el ambiente, se actuó de esa manera contra una formación política.
Es sabido que EL ESPAÑOL no comulga con las posiciones de un partido nacionalista y de derecha radical como Vox. Pero eso no es óbice para reconocer que se trata de una formación plenamente constitucional cuyas propuestas parlamentarias son, desde el momento que pasan el filtro de la Mesa de un Parlamento, dignas de ser debatidas.
Discriminación
Este jueves, tanto nacionalistas como filoetarras anunciaron que no participarán en toda la legislatura en los debates que lleve a pleno la única diputada de Vox, Amaya Martínez, y consumaron su primer boicot, al que torpemente se adhirieron los socialistas y Podemos. Resulta indecente que el partido que sigue negándose a condenar los crímenes de los terroristas de ETA se crea con la autoridad moral para establecer cordones sanitarios en la política vasca.
Estamos ante la decisión premeditada de aislar con el silencio a un partido legal, una decisión que podría incurrir en discriminación ideológica, prohibida expresamente por la Constitución Española. Marginar al disidente, silenciar a las minorías, aunque técnicamente sea posible es propio de sistemas dictatoriales.
Peligroso precedente
Pero al margen de consideraciones legales, es evidente que en la Cámara vasca se está creando un precedente muy peligroso. ¿Qué ocurriría si ese mismo bloqueo se le aplicara a Vox o a cualquier partido en otros parlamentos del país, incluido, por qué no, el nacional? Ya hemos visto cómo Pablo Iglesias, en un gesto de poca altura política, se ausenta del hemiciclo cuando interviene Santiago Abascal.
El apartheid -en su sentido original de separación- a Vox en el País Vasco, se comete en realidad sobre los 17.569 ciudadanos que votaron por esa opción. La esencia de toda democracia y todo Parlamento es el debate; cualquier objeción hacia este principio básico es un paso más hacia el autoritarismo. Cuanto antes se desmarquen el PSE y el PSOE de estas posiciones, mucho mejor para todos.