Las discrepancias en Europa respecto al reparto de las ayudas para paliar los desastres de la pandemia están ahí y se arrastran desde hace tiempo. Así se puso ya de manifiesto en la interminable cumbre de este verano en la que se decidió que Bruselas asumiera el reparto de los fondos.
Pero superado ese trance, era un secreto a voces que el propio funcionamiento de la UE podía facilitar un bloqueo, como así ha ocurrido. Hungría y Polonia han acabado confirmando su veto al fondo de recuperación porque no están de acuerdo con que se condicione la entrega del dinero al cumplimineto de unos mínimos de calidad democrática.
Sortear el veto
750.000 millones de euros están ahora en el aire. Pero el veto de Orbán y Morawiecki, que revela las querencias totalitarias de ambos gobernantes, puede ser sorteado. Existe un precedente: en 2012, el premier británico David Cameron vetó el Pacto Fiscal Europeo y el resto de socios encontró la fórmula para regatear el obstáculo.
Hoy la fórmula podría ser parecida: desconectar el fondo anti-Covid del Presupuesto plurianual y de las instituciones de la UE, y transformarlo en un acuerdo intergubernamental a Veinticinco, lo que acabaría con el derecho a veto de Hungría y Polonia.
La lección
Si Europa se juega mucho en este envite, qué decir de España, con una de las economías más castigadas por la pandemia. No hay que olvidar que Pedro Sánchez ha fiado la contención de la sangría a la llegada de 140.000 millones de euros de Bruselas, de los cuales 27.000 ya están consignados en los Presupuestos Generales del Estado.
La lección está clara: el populismo no es una amenaza, es un realidad que condiciona ya las vidas de millones de personas. Que dos de sus representantes como Orbán y Morawiecki tengan en jaque a toda Europa es un escándalo... pero también un aviso a navegantes.