Si algo caracteriza la política catalana es su volatilidad, su dependencia del más mínimo estímulo para que se reformulen mayorías cambiantes que, posteriormente, influyen en el resto de España.
Cataluña es el mejor ejemplo político posible del irresoluble problema matemático de los tres cuerpos. Ese que dice que es imposible determinar la evolución de un sistema en el que tres cuerpos distintos ejercen atracción gravitatoria mútua. Sí es posible hacerlo en el caso de dos cuerpos cualquiera. Pero no si se añade un tercero a la ecuación.
En Cataluña esos tres cuerpos son hoy el PSC, ERC y JxCAT. Que su tamaño sea relativamente pequeño comparado con la masa mucho mayor de PSOE y PP no impide que, como en el caso del mencionado problema matemático, su minúscula gravedad demoscópica altere el sistema general de formas imprevistas y generalmente perjudiciales para el conjunto de los españoles. Así ha sido durante los años del procés.
El sondeo que hoy publica EL ESPAÑOL confirma el acierto de Pedro Sánchez nombrando a Salvador Illa candidato a la Generalidad en las elecciones autonómicas del próximo 14 de febrero. Sea por el efecto novedad o por razones demoscópicas de mayor calado, Illa ha propulsado al PSC 2,6 puntos en apenas una semana hasta colocarlo al borde del empate técnico con ERC y JxCAT.
El sondeo de este diario confirma también que la batalla entre ERC y JxCAT está muy lejos de estar decidida. Las dos formaciones caen en intención de voto, pero ERC lo hace en mayor medida que los de Carles Puigdemont. Ambos partidos reducen así su ventaja respecto al PSC y convierten la victoria de Salvador Illa, y una hipotética presidencia socialista, en una posibilidad no precisamente fantasiosa.
Tsunami político catalán
A la luz del sondeo que hoy ofrecemos a los lectores, es imposible descartar la posibilidad de una victoria mínima del PSC en las elecciones regionales catalanas, al estilo de la de Inés Arrimadas en diciembre de 2017. El sacrificio de Miquel Iceta puede suponer, así, un tsunami político en Cataluña.
Tan sólo hay que atender a los 1,6 puntos en intención de voto que el partido de Oriol Junqueras se deja en una semana para comprender que en Cataluña ha cuajado esa actitud alejada del frentismo que sería absurdo negarle a Illa. Un ministro que incluso en lo peor de la pandemia, inmerso en guerras políticas ajenas, ha tratado de buscar consensos, por mínimos que estos fueran.
Que Podemos haya pedido su cese inmediato en Sanidad no hace, además, sino reforzar el perfil de Illa como un político distanciado de las cuitas internas del Gobierno de coalición. Su flanco débil, la gestión de la pandemia, no parece ser considerado como un hándicap por sus votantes potenciales a la vista del sondeo de EL ESPAÑOL.
El PSC será clave
Este cambio de escenario de la política catalana, calculado al milímetro (no se olvide) desde Moncloa, puede entenderse desde dos ópticas.
La primera es que el PSC de Illa, y por tanto el PSOE, refuerza su papel como elemento clave del futuro de Cataluña. Un papel que le permitiría forzar, si así lo deseara Sánchez, un aggiornamiento del separatismo en Barcelona y en Madrid.
Por otra parte, el descenso de ERC obligaría a los republicanos a suavizar sus postulados, si bien esto ya era una realidad desde que ERC se convirtió en socia predilecta del Gobierno de coalición de PSOE y Podemos.
Empate PP-Vox
La encuesta deja otros datos interesantes. El más llamativo, ese empate técnico entre PP y Vox que llevaría a los de Santiago Abascal a entrar en el Parlamento autonómico catalán con los mismos escaños que los populares, siete. Y eso a pesar de la sorpresiva incorporación de la ciudadana Lorena Roldán a las filas del PP en Cataluña. La guerra en el centroderecha, con la caída de Ciudadanos, se antoja encarnizada.
En cualquier caso, la lectura que hay que hacer es la del triple empate entre PSC, JxCat y ERC en plena guerra intestina del separatismo. Parece que la idea de que Salvador Illa es la única alternativa a Laura Borràs o Pere Aragonès (cuando no a radicales que convierten en moderado a Quim Torra, como Joan Canadell) ha empezado a calar entre muchos catalanes.