Dice el aforismo que la política hace extraños compañeros de cama. Y ningún compañero de cama más sorprendente para el Gobierno que Vox, que este jueves decidió abstenerse en la votación del decreto ley relativo al reparto de los fondos europeos.
Aunque Vox aprovechó para, en su tono tremendista habitual, calificar al Gobierno de "ilegítimo y criminal", su abstención permitió a este salvar lo que en principio parecía una derrota parlamentaria segura y sacar adelante el decreto a pesar del voto negativo de PP, Ciudadanos y ERC.
Por mucho que haya medios que cuestionen la posición del partido de Santiago Abascal, o que exista la posibilidad de que la abstención de Vox se debiera a un error de cálculo, es obvio que la formación derechista ha acertado esta vez.
No deja de ser una buena noticia que Vox asuma que la política también consiste en afrontar contradicciones. Es decir, en asumir la realidad y actuar en consecuencia, aunque sea a rastras.
Y la realidad es que esta es una crisis inédita y de proporciones colosales en la que cualquier oposición al decreto relativo a los fondos europeos habría supuesto un grave perjuicio para los ciudadanos españoles. Aunque sólo fuera por el retraso y la incertidumbre que habría generado de forma gratuita en tantos y tantos sectores empresariales que dependen de esos fondos para su supervivencia.
Sobran dogmas
Si algo ha demostrado la pandemia es que, para combatir sus estragos sobran las ideologías, los dogmas y la propaganda. Se trata de salvar al país. Punto.
No se trata de cabalgar las contradicciones de Pablo Iglesias, esa expresión con la que el líder de Podemos barniza con purpurina demagoga su cinismo político y personal. Se trata de que no hay más salida en estos momentos que el pactismo.
Más allá de lo puntual de la postura de Vox (al parecer motivada por la creencia de que se iban a abstener más partidos, lo que habría hecho que su posición quedara en sordina), es obvio que lo importante en la política es el resultado.
Y el resultado es que, de momento, se ha evitado el bloqueo de un trámite sustancial y que eso permite no demorar más la llegada de las ayudas procedentes de Bruselas. Ayudas que el Ejecutivo, no se olvide, tendrá que justificar con luz y taquígrafos.
Espacios de moderación
Pero hay una segunda lectura que no se puede pasar por alto. La de que el PP y Ciudadanos, aliados en este caso con el populismo separatista de ERC, han cedido un espacio vital de moderación a Vox por puro tacticismo electoralista.
En esto, PP y Ciudadanos deben tener mucho cuidado. Porque Vox les puede ir achicando el espacio o, como vulgarmente se conoce, "comiéndoles la tostada". Los menos contentos con lo ocurrido el jueves en el Congreso de los Diputados deben ser ahora Alejandro Fernández y Carlos Carrizosa.
El centroderecha debe tener muy presente que el principal objetivo del trabajo parlamentario es procurar el bienestar de los ciudadanos y no ejecutar políticas de vuelo gallináceo y corto recorrido.
Mal le irá a PP y Ciudadanos si lo apuestan todo a la posibilidad de acabar reinando con el tiempo sobre las cenizas que dejen la Covid, la crisis económica y el populismo de extrema izquierda representado por Podemos y tolerado por el PSOE.
Enfrentar los tics ideológicos a la realidad y a partir de ahí ir haciendo camino al andar es el único secreto de la política. El resto, demagogia y un daño inmenso a la credibilidad del propio sistema. No hay más.
La lección para Vox está ahí. Sus diputados han permitido la aprobación de un decreto clave para los ciudadanos (no para el Gobierno) y la única traumática consecuencia ha sido el pataleo de una docena de troles en las redes sociales. Poco más que ruido. Vox parece, en fin, haber digerido sin mayores traumas eso tan amargo que es la verdad.
Y la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero.