Este martes, cinco de las noticias del telediario del mediodía de Antena 3 hablaban de ella. Isabel Díaz Ayuso aparecía también en varias noticias de portada de los diarios nacionales. La presidenta de la Comunidad de Madrid copaba además la mayoría de las tertulias de radio y de televisión.
Hoy ocurrirá lo mismo. Mañana, con total seguridad, también.
Se habla de Isabel Díaz Ayuso por los sabotajes en el Zendal; por sus diferencias con los barones del PP y del PSOE, y especialmente con Alberto Núñez Feijóo y Emiliano García-Page; por las burlas de Fernando Simón hacia ella; por el anuncio de que dará mascarillas FFP2 "de las buenas" a los mayores de 65 años y por su intención de flexibilizar las medidas restrictivas a la hostelería.
No hay un sólo político nacional capaz de generar la atención que genera Isabel Díaz Ayuso. El fenómeno Ayuso ha superado ya las fronteras de nuestro país y no sorprende ver artículos sobre ella en medios como Le Figaro o Die Welt, habitualmente indiferentes a la política española.
Al mismo tiempo, Madrid sigue en la parte media de la tabla de las comunidades más afectadas por la Covid, con una incidencia acumulada de 955. Una cifra inferior a la Comunidad Valenciana (1.382), Castilla y León (1.294), La Rioja (1.269) o Murcia (1.041) pero superior a Andalucía (931) o Galicia (770).
Isabel Díaz Ayuso está, en todos los sentidos posibles, en la cresta de la ola.
Nadie sabe nada
Seamos justos con la mayestática incompetencia con que las administraciones españolas (todas, de la primera a la última, sean del signo que sean) han gestionado la pandemia.
Si algo hemos aprendido los ciudadanos españoles a lo largo de la pandemia es que los políticos españoles no han aprendido nada a lo largo de la pandemia.
Hoy, los españoles seguimos sin saber si las medidas restrictivas funcionan o no y en qué medida. Qué día seremos vacunados. Qué mascarillas son más seguras contra el virus. Por qué hemos podido juntarnos cuatro en un bar, pero no en nuestros hogares.
Las regiones que en algún momento han pasado por virtuosas en su lucha contra la Covid viven hoy una situación crítica. La misma Comunidad de Madrid que fue arrasada por la pandemia en primavera pareció controlar la epidemia durante su segunda ola, pero sufre para controlarla durante la tercera.
Lo mismo ha ocurrido en otras comunidades.
La más osada
Las comparaciones son, de hecho, absurdas. ¿Cómo comparar una comunidad como Madrid, con una densidad poblacional de 844 habitantes por km2, con una como Castilla-La Mancha, con una densidad de 25?
¿Cómo comparar comunidades que pasaron de puntillas por la primera ola con las que sufrieron su impacto de pleno y que ahora gozan de un nivel de inmunidad de rebaño muy superior a las primeras?
A falta de certezas científicas y de un mando único, las administraciones españolas han aplicado el método del ensayo/error en función de criterios arcanos.
La más osada en este sentido, para lo bueno y para lo malo, ha sido Isabel Díaz Ayuso. Suyos son los dos hospitales más emblemáticos de la pandemia, el IFEMA y el Zendal. Suya es la tesis de que la lucha contra la epidemia no puede hacerse a costa de la economía. Algo que le ha ganado tantos admiradores como detractores.
Como ha dicho Susanna Griso, Isabel Díaz Ayuso se ha convertido en la Juana de Arco de hosteleros, autónomos y empresarios.
Su firme y tozuda (otros dirán testaruda e irresponsable) defensa del tejido empresarial madrileño le ha ganado las críticas de esos presidentes autonómicos que han obligado a sus empresarios a cerrar y, con mucha probabilidad, a arruinarse.
Lo cierto es que nadie sabe a ciencia cierta quién tiene razón. Quizá la estrategia de Ayuso haya costado vidas. Quizá no, y a cambio haya salvado miles de pequeños negocios. Quizá la estrategia de otros barones autonómicos no las ha salvado y, a cambio, ha fulminado la economía de su región.
Sin clase media
Isabel Díaz Ayuso polariza como pocos políticos lo hacen en España. Pero mientras otros, como Pablo Iglesias, parecen concentrar a los polarizados en la esquina del odio, Ayuso los reparte al 50% entre ambos extremos: o se la ama o se la odia. Con Ayuso no existe una clase media de la indiferencia. Con ella, todos los españoles somos aristócratas de la admiración o clase popular del odio.
El carácter de Isabel Díaz Ayuso, retador y rayano en ese majismo tan madrileño (algo en lo que recuerda a su más evidente referente, Esperanza Aguirre), la conduce de forma natural a apuestas extraordinariamente arriesgadas. Y quien lo arriesga todo, también puede perderlo todo.
Sin embargo, cada polémica generada a su alrededor la alimenta y la refuerza. Hasta el punto de que es Pablo Casado, el presidente de su partido, el que debe luchar para conseguir esa atención mediática que a ella se le cae de los bolsillos.
Ayuso se balancea en esa fina línea que separa la chulería del carisma, la frivolidad de la genialidad, el arrojo de la inconsciencia, lo sublime de lo esperpéntico.
A veces, Isabel Díaz Ayuso parece jugar en la liga del populismo. A veces se le intuyen mimbres de Margaret Thatcher. Pero Ayuso no lleva ni siquiera dos años en la presidencia de la Comunidad de Madrid. El tiempo dirá si nos encontramos frente a una política destinada a romper moldes o a estrellarse de cabeza contra ellos.