Los más beneficiados por la posibilidad de que Vox supere a PP o Ciudadanos serían Pedro Sánchez y Podemos. Como revela la encuesta de SocioMétrica que publica hoy EL ESPAÑOL, el partido de Santiago Abascal tiene la oportunidad de alcanzar hasta once diputados en el Parlamento catalán, dejando a los populares en una posición marginal.
Un escenario tan nefasto para el PP haría las delicias del PSOE porque implicaría la laminación del centroderecha liberal y constitucionalista en Cataluña y, de forma indirecta, en el resto de España. La figura de Vox como primera fuerza no de izquierdas y no separatista redundaría en una legislatura aún más bronca y polarizada (si cabe) en un Parlamento regional abonado a la inoperancia más flagrante.
El sorpaso de Vox al PP supondría, además, la derrota de la moderación, inaplazable hoy en Cataluña. En estos comicios, el voto de castigo es contraproducente, sobre todo si no sirve para facilitar una mayoría constitucionalista, sino para dinamitarla.
Radical en sus exclusiones
El debate acerca de la naturaleza de Vox (que es un partido conservador, de extrema derecha, de ultraderecha o con sentido de Estado, según los intereses coyunturales de la coalición gobernante) ha acabado convirtiéndose en una polémica recurrente que no lleva a ningún escenario útil y que sólo beneficia a PSOE, Podemos y al mismo Vox.
Pero lo que sí está claro es que Vox es tan radical en sus exclusiones como los nacionalismos que dice combatir, el catalán y el vasco. Su nacionalismo no es integrador, si es que ese oxímoron es posible, sino reaccionario y refractario a la concordia.
Y no sólo eso. Lo peor es que Cataluña es caja de resonancia de la política española y sus complejas derivadas. Lo que ocurra en Cataluña este domingo tendrá consecuencias en Génova. Un mal resultado del PP no se achacará a Alejandro Fernández, sino a Pablo Casado. Y se volverán a oír los nombres de Feijóo, Moreno, Almeida y Ayuso.
Envenenada herencia
La envenenada herencia de Mariano Rajoy sigue haciendo mella en el PP. Su funesto tancredismo, su estricto desinterés y apatía por todo aquello que desbordaba su estrecha visión de la realidad, lastran al partido en el peor momento posible gracias a un Luis Bárcenas que, sin pruebas, sigue intentando acechar a la antigua cúpula de Génova.
Si a ello sumamos la utilización con fines propagandísticos del caso Bárcenas, una utilización evidentemente alentada por Moncloa, el resultado es una tormenta perfecta para el PP. De nada sirve que la Fiscalía se haya adherido a las tesis del PP y circunscrito el caso a la reforma de la sede de Génova y la inyección de capital a Libertad Digital. Ayer, el caso Bárcenas ocupó horas de televisión, a pesar de su muy limitado recorrido.
Junto con la operación Illa se está desarrollando, al mismo tiempo, la operación PP. Consiste en espolear a Vox para enterrar a los populares. Pero los 31 escaños que nuestro sondeo augura a Salvador Illa sólo valdrían para un tripartito con Podemos y los separatistas de ERC, que este fin de semana ponían a Otegi como ejemplo a seguir.
¿Es eso lo que quiere el PSOE para Cataluña?
El constitucionalismo liberal puede caer herido de muerte este domingo en Cataluña. Y de ahí el reto de Illa, que debe entender que la geometría variable junto a partidos que buscan la demolición de la democracia constitucional, como Podemos, ERC y EH Bildu, es nefasta en Madrid, pero sería suicida en Cataluña.
Rédito político
Los salvajes ataques de los violentos del ultranacionalismo contra Vox en Vic han puesto al partido de Santiago Abascal, como es lógico, en el foco mediático. Como consecuencia de ese cambio en el foco mediático, Ciudadanos y PP se alejan aún más de la posibilidad de conformar un bloque constitucionalista sólido.
Convertir a Vox en la fuerza no separatista más fuerte sólo servirá para azuzar los excesos retóricos de esa izquierda que persigue identificar al constitucionalismo con la extrema derecha. Sólo una reflexión serena de los votantes constitucionalistas catalanes puede reconducir una situación que roza la línea de no retorno en Cataluña.
Como decía Voltaire, lo mejor es enemigo de lo bueno. Nada más comprensible que el voto del enfado en una situación tan injusta como la que viven los catalanes constitucionalistas, aplastados por el nacionalismo y olvidados por los sucesivos gobiernos de PSOE y PP.
Pero si la solución no pasa por el apaciguamiento, tampoco por un voto de rabia que sólo beneficiará a Sánchez, a ERC y a Podemos.