Nada sería más dañino para el PP, para Ciudadanos y para el centroderecha español que Pablo Casado e Inés Arrimadas tomaran decisiones en caliente a raíz de los resultados electorales en una región tan polarizada y acogotada por los fantasmas identitarios como la catalana.
Es cierto que las elecciones catalanas tienen una proyección nacional evidente por motivos que son de dominio público y que van desde el relativo entendimiento del Gobierno con ERC hasta la propia designación como candidato del ministro de Sanidad, Salvador Illa, en una operación que ha supuesto un indudable éxito para el PSOE.
Pero también es cierto que la elevada abstención y el hecho de que el centroderecha no tuviera ni la más remota posibilidad de sumar, no ya una mayoría decisiva, sino una simple minoría influyente, han jugado en contra de PP y Ciudadanos y en favor del voto enfadado y antiútil a Vox, tan comprensible como estéril.
Más allá de estas lecturas, que a nadie se le escapan, lo cierto es que el hecho de que Vox se haya convertido en el primer partido de la triada PP-Ciudadanos-Vox implica más riesgos que esperanzas para el constitucionalismo español.
Estamos ante un partido sin experiencia, capaz de anteponer sus intereses partidistas al consenso entre fuerzas constitucionalistas y que no ha tardado ni unas horas en vender la idea de que los resultados catalanes justifican la dimisión de Casado y Arrimadas, y casi que también la disolución de sus respectivas formaciones.
Pero nada más lejos de la realidad.
Partidos complementarios
El descenso del centroderecha en el escenario catalán debe ser analizado con cuidado. Conviene recordar que entre populares y liberales apenas ha habido trasvase de votos, como sí los ha habido en dirección a Vox, sobre todo por parte de los naranjas.
Conviene recordar también que aproximadamente el 50% de los votantes de Ciudadanos y casi el 30% de los del PP se han abstenido. Es decir: han preferido no votar a darle su papeleta a Vox.
Dicho de otra manera. PP y Ciudadanos no compiten por el mismo tipo de votante. Al contrario de lo que podría intuirse, además, el votante que parece mostrar más tendencia a girar hacia Vox no es el del PP, sino el de Ciudadanos. Lo que demuestra lo errada que está esa interpretación que dice que Vox es el sustituto natural del PP.
La segunda conclusión es que PP y Ciudadanos son complementarios. Es cierto que en el centroderecha no parecen caber tres partidos. Y por eso una unión de PP y Ciudadanos que el electorado no percibiera como tacticista y coyuntural podría ampliar el terreno del centroderecha hasta convertirlo en la fuerza hegemónica en España.
Pero esa operación debe llevarse a cabo con coherencia, no con las prisas y la artificiosidad con la que se llevó a cabo, por ejemplo, en el País Vasco.
Cataluña, sin norte
El linchamiento mediático sufrido por Pablo Casado e Inés Arrimadas el día después de los comicios no sólo ha puesto por una vez de acuerdo a PSOE, Podemos y los nacionalistas con Vox, sino que permite intuir cuál será la pinza del futuro en el escenario político español. Una que intente eliminar al centroderecha de la ecuación en beneficio de Pedro Sánchez y de los extremistas de ambos bandos.
Por eso Pablo Casado e Inés Arrimadas deben centrarse ahora en lo esencial, que es reconstruir el centroderecha liberal. Aprendiendo de los errores cometidos, por supuesto, pero sin exagerar los resultados en una región, la catalana, cuya lógica política brilla por su ausencia hace mucho, mucho tiempo.
Prueba de esto es que un candidato como el popular Alejandro Fernández, del que sus propios rivales dicen que ha realizado una campaña perfecta, ha obtenido sólo tres escaños en las elecciones.
Tiene razón además Arrimadas cuando asegura que es preferible ser coherente con su hemeroteca a defender a Arnaldo Otegi como "hombre de paz" para contentar a un electorado nacionalista que jamás votará a Ciudadanos.
Frente al radicalismo y la polarización en las que viven instaladas la política catalana y la española no hay más remedio que la mirada al frente y los principios claros. El domingo fue un mal día para el constitucionalismo, pero la solución no estriba en pasar por las Horcas Caudinas a la cúpula del PP y de Ciudadanos.
Conviene entender de dónde provienen y a quién benefician esas prisas. Cui prodest, en definitiva. Quizá eso ayude a hacerse una composición de lugar más exacta que la que ayer intentaron vender Vox, los nacionalistas y las terminales mediáticas del Gobierno de coalición.