El juez instructor de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón puso ayer en libertad al comisario José Manuel Villarejo después de que la Sección Penal Cuarta haya fijado su juicio para diciembre.
El plazo máximo de prisión preventiva (cuatro años) vencía el próximo 3 de noviembre. El comisario ha pasado por tanto tres años y medio en la cárcel sin que la Sección Penal Cuarta de la Audiencia haya sido capaz de sentarle en el banquillo y de juzgarle por al menos una de las tres piezas cuya investigación ya ha concluido.
La Fiscalía Anticorrupción, además, se oponía a su liberación por considerar que el riesgo de fuga y de destrucción de pruebas sigue siendo muy alto.
Si el comisario Villarejo, una figura de relevancia pública encausado en un asunto de interés nacional, ha estado a punto de agotar el plazo máximo de prisión preventiva sin ser juzgado, ¿qué puede esperar un ciudadano anónimo que caiga en manos de la Audiencia, el llamado "buque insignia de la Justicia española"?
Buque insignia
La Audiencia Nacional no es un tribunal cualquiera. Tras el fin del terrorismo, se ocupa de las grandes redes de delincuencia, de los delitos de corrupción más importantes y de aquellos casos con ramificaciones en el extranjero. Es decir, de causas especialmente complejas.
El caso Tándem y sus múltiples ramificaciones es una de esas causas complejas. Por eso se dividió en su momento en 30 piezas distintas. Lo que hace aún más incomprensible la decisión de la magistrada Ángela Murillo de acordar la acumulación de las piezas Iron, Land y Pintor, las primeras que iban a ser juzgadas.
¿Qué sentido tiene fusionar esas tres piezas, conformando así un banquillo de 26 acusados? ¿Acaso no serían más manejables tres banquillos de siete u ocho acusados en vez de uno de 26? Varios de los procesados, además, habían aceptado el escrito de acusación en dos de esas tres piezas, algo que habría facilitado enormemente su juicio.
Por si la Justicia no tuviera ya suficientes problemas de retrasos por la elefantiasis habitual de la burocracia española, la Audiencia Nacional ha decidido añadirse a sí misma, por su cuenta y riesgo, algunos problemas más.
¿Hora de cerrarla?
El caso Tándem no es uno cualquiera. Porque Villarejo tiene en jaque al Gobierno, a la fiscal general, a la oposición, al IBEX y a los bancos. Si esta es la diligencia con la que "el buque insignia de la Justicia" gestiona sus asuntos, quizá convenga plantearse su cierre.
El porqué de la desidia de la Sección Penal Cuarta es materia de debate. Pero más allá de las especulaciones, lo que parece evidente es que alguien no está haciendo su trabajo en la Audiencia Nacional.
A la vista del fiasco, no resulta difícil imaginar a José Manuel Villarejo pensando "¿para qué molestarme encendiendo el ventilador de las inmundicias del sistema si la Audiencia se basta y se sobra para desacreditar a la Justicia española?".