Si en la lucha antiterrorista, como dijo José María Aznar, no caben atajos, tampoco deberían caber atajos, desviaciones ni añagazas en la lucha por el espacio político.
Porque atajo es la posibilidad de que Fran Hervías, exsecretario de Organización de Ciudadanos con Albert Rivera, esté utilizando su conocimiento interno del partido para ejecutar una OPA hostil sobre los diputados del partido naranja, como parece demostrar la información que publicamos hoy en EL ESPAÑOL.
Los diputados de Ciudadanos no son un saldo político y el PP no debería convertirse en un buscador de gangas. La formación liberal tiene, es cierto, un futuro complicado por delante. La posibilidad de una futura desbandada de sus altos cargos está ahí, en la mente de todos. Pero no le conviene al PP forzar ese proceso de forma artificial.
Un proceso natural
Parece lógico, es cierto, que al menos una parte de Ciudadanos, la que se identifica con el centroderecha liberal, acabe recalando en el futuro en el PP, si los naranjas desaparecen poco a poco de los parlamentos en los que ahora tienen presencia.
Como sería también lógico que la rama socialdemócrata de Ciudadanos acabará recalando en el PSOE.
Pero ese proceso debe producirse de forma natural y por decantación natural de los acontecimientos, no como producto de una operación subterránea de captación de cargos de Ciudadanos ejecutada por Fran Hervías con las artimañas por las que este era conocido dentro del partido.
El método Hervías es, en definitiva, un mal atajo para el PP. Porque Hervías se ha convertido en el emblema de la quiebra interna de Ciudadanos. Una quiebra de la que es tan responsable el mismo Hervías como esa moción de censura en Murcia tan mal diseñada como pésimamente ejecutada por Carlos Cuadrado.
Y ver a ese emblema tentar a aquellos diputados de Ciudadanos que, con motivos justificados, temen por su futuro político, es injustificable.
Muchos respiran aliviados
Cuando Hervías abandonó la semana pasada el partido naranja, en el que ha militado durante los últimos quince años, muchos en él respiraron aliviados.
Porque Hervías fue, junto a José Manuel Villegas y el mismo Albert Rivera, el principal responsable de la decisión estratégica de no pactar con el PSOE de Pedro Sánchez en 2019 y, por tanto, de la posterior caída de Ciudadanos hasta el infierno de los diez escaños actuales (nueve, si descontamos el del diputado Pablo Cambronero, que se ha pasado al Grupo Mixto).
Conviene que el PP sepa que dándole rienda suelta a Hervías se arriesga a crear una reacción hostil en el espacio de centro y centroderecha. Es decir, a que el tiro le salga por la culata.
Los abruptos desmentidos de Hervías a raíz de la información que publicamos este domingo en EL ESPAÑOL, y que el paso de las horas ha demostrado cierta, confirma que la rectitud y la integridad no son las principales preocupaciones del exsecretario de Organización de la formación liberal.
El inicio ayer, por parte de Ciudadanos, del proceso de expulsión del senador Emilio Argüeso por "haber ofrecido prebendas a cargos y afiliados del partido con tal de que abandonaran la formación y pasaran a ser tránsfugas [en Murcia]" es señal de lo enrarecido que está el ambiente en la formación naranja.
Nada le conviene menos al PP que inmiscuirse en los problemas internos de otro partido para intentar sacar réditos políticos con ello.
El PP es el que más tiene a ganar a raíz de la crisis de Ciudadanos y de su (de momento sólo hipotética) desaparición. Pero querer cobrar el premio antes de tiempo sólo hará que enconar las posturas de aquellos que podrían acabar formando parte de un futuro PP hegemónico en el centroderecha español.
El método Hervías no es ni debería ser el método PP. En la política, el fin no justifica los medios. Y una operación mal ejecutada podría acabar contaminando la imagen de un partido que aspira a ocupar el espacio que ahora ocupa Ciudadanos.