La noticia de que Edmundo Bal será el candidato de Ciudadanos a la presidencia de la Comunidad de Madrid abre de nuevo el abanico de combinaciones poselectorales. La renuncia de Ignacio Aguado, tras la presión de varios de sus compañeros de su partido, ha facilitado la candidatura del portavoz en el Congreso de los naranjas y abierto la puerta a una, ya se verá si tímida o contundente, resurrección de la formación.
Está por ver, es cierto, que la operación Bal vaya a lograr que Ciudadanos supere ese 5% mínimo de los votos exigido para entrar en la Asamblea de Madrid. Pero hoy, por primera vez en muchos días, Ciudadanos ha actuado con sensatez y visión de futuro. Hoy, por primera vez, los votantes naranjas han recibido una buena noticia.
Ignacio Aguado, que se sabe contestado tanto en el partido como entre un amplio sector de los votantes de Ciudadanos, ha tenido el valor de dar un paso al lado y renunciar a su candidatura. El gesto le dignifica y habla bien de su generosidad para con el partido que le permitió en 2019 alcanzar la vicepresidencia de la Comunidad de Madrid.
No tan desahuciado
Edmundo Bal también ha sido valiente al aceptar convertirse en el candidato de un partido que hasta hace apenas unas horas parecía desahuciado. Un partido que sufre un constante goteo de deserciones y dimisiones desde hace diez días.
Quedar fuera de la Asamblea de Madrid habría sido un golpe letal para el futuro del partido. Ese golpe es, con el portavoz en el Congreso al frente, menos probable. Porque su candidatura reabre el abanico de opciones y devuelve a Ciudadanos a ese papel de bisagra que nunca debería haber abandonado.
Como hemos dicho en anteriores editoriales de EL ESPAÑOL, un partido de centro que aspira a gozne del sistema no es aquel que rompe acuerdos de gobierno para congraciarse con uno o otro partido en función de sus intereses coyunturales, sino el que es capaz de pactar con PP y PSOE.
Pero sobre todo, de mantener esos pactos sin romperlos a las primeras de cambio y en base a justificaciones tan raquíticas como mal explicadas.
Hay partido
Lo cierto es que una candidatura de Ignacio Aguado habría coartado las posibilidades electorales de Ciudadanos. Su reacción tras la disolución de la Asamblea de Madrid, llamando poco menos que "loca" a Isabel Díaz Ayuso, pero sobre todo aceptando las mociones de censura flagrantemente irregulares de PSOE y Más Madrid, había generado entre los votantes naranjas la idea de que un nuevo pacto PP-Ciudadanos era imposible.
Es decir, había generado la idea de que un voto a Ciudadanos era un voto seguro a un gobierno de PSOE, Más Madrid y Podemos.
Con Edmundo Bal, sin embargo, Ciudadanos puede volver a ser percibido como un partido ambidextro. La mejor noticia posible para Inés Arrimadas sería que su candidato fuera percibido como alguien capaz de llegar a acuerdos tanto con Isabel Díaz Ayuso como con Ángel Gabilondo.
Es interesante reseñar que, con Ciudadanos fuera de juego, el espacio de centro le correspondía a Ángel Gabilondo. Pero con Edmundo Bal al frente de la candidatura, ese espacio de centro vuelve a las manos de los naranjas y el PSOE se ve empujado de nuevo hacia la izquierda.
Es una buena y una mala noticia para Gabilondo. Buena, porque gana un potencial aliado en sentido contrario al de Podemos y Más Madrid. Mala, porque ese aliado le resta atractivo al PSOE entre los votantes de centro.
Edmundo Bal es, en definitiva, alguien capaz de liberar a PP y PSOE de su más pesada carga: la idea de que ambos están obligados a pactar con Vox y Podemos si desean alcanzar la presidencia de la Comunidad de Madrid. Ciudadanos vuelve así a su posición de bisagra del sistema. Esa que nunca debería haber abandonado.