La decisión de Ciudadanos de expulsar de sus filas al presidente de Melilla, Eduardo de Castro, por ocultar su condición de imputado en un procedimiento penal es una buena noticia. El partido de Inés Arrimadas demuestra así ser fiel a su espíritu fundacional como formación que surgió para regenerar la política.
El presidente de Melilla ha sido imputado en un procedimiento penal por prevaricación administrativa junto a otros consejeros tras la denuncia de la fiscal jefe de la ciudad autónoma, Laura Santa Pau. Esa condición de investigado y el hecho de haberlo ocultado a la dirección de su partido son dos motivos más que suficientes para la expulsión.
Otros casos
Parece de cajón que ningún alto cargo debe mantenerse en el puesto estando imputado, más aún si es por corrupción. Por eso, cuando el afectado no toma por sí solo la decisión de irse, es el partido el que está obligado a tomar medidas. Al hacerlo en este caso, Ciudadanos cumple con sus estatutos y da ejemplo político.
No es el primer caso en el que Ciudadanos decide actuar con esa rapidez y contundencia. En Murcia, Inés Arrimadas hizo valer el pacto suscrito con el PP para forzar la dimisión de Manuel Villegas, el consejero de Salud que se saltó el protocolo de vacunación.
Si nos remontamos más atrás encontramos el caso del hoy eurodiputado Jordi Cañas. Fue imputado en 2014 por un presunto delito de fraude fiscal en un momento en el que era uno de los grandes referentes de la política catalana. Pese a que siempre defendió su inocencia y no había sentencia firme, se apartó de la actividad pública y sólo volvió una vez fue absuelto. Otros prefieren esperar a que la sentencia sea firme para ganar tiempo.
Un partido necesario
No es un caso comparable en absoluto, pero está muy reciente en el tiempo como para no traerlo a colación. La Audiencia Nacional acaba de tumbar la destitución del jefe de la Comandancia de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos decretada por Fernando Grande-Marlaska. No se le puede exigir al ministro que dimita por ello -José Luis Corcuera lo hizo sólo cuando el Tribunal Constitucional tumbó definitivamente su Ley de la patada en la puerta- pero no hubiera estado de más que diera una explicación pública. En lugar de ello está desaparecido.
Ciudadanos puede presumir con argumentos de ser un abanderado de la regeneración política en España. Y, sólo por eso, sigue siendo un partido necesario. Conviene decirlo ahora, cuando más amenazado parece el proyecto de Inés Arrimadas.
Hay muestras sobradas de cuánto cuesta a las grandes formaciones tomar decisiones ejemplarizantes y qué difícil les resulta sacrificar el poder. Ciudadanos acaba de expulsar al único presidente que tenía y no le ha temblado el pulso.