Pedro Sánchez se comprometió ayer martes, durante su rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, a que el 15 de julio, y "en el escenario más prudente" imaginable, haya 25 millones de ciudadanos españoles vacunados. Según el presidente del Gobierno, el objetivo del 70% de la población vacunada se cumplirá a finales de agosto.
Al realizar una promesa tan contundente, frente a las cámaras de televisión, Sánchez se lo juega todo a que su plan de mínimos tenga éxito. Si el plan de vacunación se cumple, la economía española verá el camino hacia su recuperación más despejado. Si ese plan no se cumple, sufriremos más para remontar.
Sánchez mostró ayer también su confianza en que el estado de alarma decaiga, como estaba previsto, el próximo 9 de mayo. Pero para que eso ocurra, sin arriesgar una nueva ola de la Covid, debe haberse aumentado considerablemente el número de inmunizados.
La alternativa es, como ha pedido ya el PP para evitar un nuevo estado de alarma, permitir que las comunidades puedan imponer restricciones en función de la evolución de la pandemia en su territorio sin el amparo del estado de alarma.
Previsiones esperanzadoras
La mala evolución de la Covid o, mejor dicho, la lentitud en la vacunación, sobre todo en los países de la UE, ha obligado a revisar a la baja las previsiones de crecimiento nacionales e internacionales. Incluidas las del Gobierno español, más optimistas que las de muchos organismos internacionales.
No es el caso, sin embargo, del Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha revisado al alza sus previsiones para España y mejorado estas en medio punto, hasta el 6,4%. Si esa previsión se cumple, España se convertirá, junto a los Estados Unidos, en la economía desarrollada que más crezca del mundo.
El dato, innegablemente positivo, tiene sin embargo truco. España rebota más que el resto porque antes se ha hundido más que el resto. Dicho de otra manera: a pesar de ese crecimiento, el saldo continuará siendo negativo y España, agotado el efecto rebote, tardará en volver a los niveles previos a la pandemia.
Es legítimo sospechar, además, que las previsiones que anunciaba el Ministerio de Economía hace apenas unas horas fuesen peores que las que se han anunciado finalmente para conseguir un golpe de efecto que llevara a los españoles a pensar que la situación no es tan mala como se preveía en un primer momento.
Golpe de efecto o no, este despegue es también prueba de la clara dependencia del turismo que lastra la economía española. Un turismo que salva nuestras cifras en épocas de bonanza, pero que la castiga doblemente en momentos de crisis al ser tan dependiente de la estabilidad nacional e internacional.
El motor de la economía
Hay dos factores más a tener en cuenta y de los que depende la recuperación de nuestra economía. La implantación del pasaporte vacunal y el anuncio de la reindustrialización del país, incluidos ambos en los planes de recuperación del Gobierno español.
En el primer caso, los buenos resultados económicos del sector del turismo dependerán de la posibilidad que los turistas extranjeros puedan desplazarse en época estival. Y para ello será necesario que cuenten con el documento, con ese pasaporte de vacunación, que les permita moverse por Europa. Algo que no está 100% en manos del Gobierno español.
En el segundo caso, la anunciada reindustrialización del país dependerá de que se aprovechen de forma eficiente los fondos europeos para llevar a cabo la reconversión del sistema productivo español. Porque el turismo es una mina del tejido productivo de nuestro país, pero no debe ser más el nervio central que mueva nuestra economía.
El plan 25-33 de Sánchez ha sido un compromiso público y solemne, aunque no hay que olvidar que acumula ya un retraso de dos meses. Habrá que esperar a saber qué ocurre en verano, pero con menos del 70% de vacunados, el riesgo de infección seguirá siendo alto y no se conseguirá la ansiada inmunidad de rebaño.
Problemas de distribución
Conviene recordar, finalmente, que parte del retraso se debe no sólo a los problemas técnicos (no haber vacunado en festivos o las pérdidas de dosis por la imprecisión de las jeringuillas), sino también al incumplimiento de los contratos con la UE por parte de las farmacéuticas.
Las dudas que ha generado la vacuna de AstraZeneca (por los trombos sufridos por algunas personas, y de los que aún ha de demostrarse su hipotética vinculación con la vacuna), junto con la amenaza de nuevas cepas aún más infecciosas, hace que la recuperación económica dependa, en esencia, de un factor: el éxito de la vacunación.
Tal y como ha dicho Pedro Sánchez, “vacunar, vacunar y vacunar”. Esa es la única vía para confirmar los buenos presagios del FMI y evitar una crisis económica de una envergadura desconocida.