La decisión de Sanidad y las comunidades autónomas de vacunar sólo a la población de entre 60 y 65 años con la vacuna de AstraZeneca (una decisión que ha contado con el voto en contra de Madrid y la abstención del País Vasco y Ceuta) sigue a la confirmación oficial por parte de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) de un "posible vínculo causal” entre esta y algunos casos raros de trombosis.
En realidad, la EMA no se ha limitado a confirmar ese vínculo entra la vacuna de AstraZeneca (rebautizada como Vaxzevria) y los mencionados efectos secundarios.
También ha afirmado, y he aquí la conclusión relevante, que sus beneficios superan en mucho a sus posibles riesgos, y que la posibilidad de morir por la Covid es mucho mayor que la de morir por la vacuna.
Las cifras demuestran lo irracional de los reparos. Más de nueve millones de personas de todo el mundo han sido vacunadas, hasta el momento, con AstraZeneca. De esos más de nueve millones, 44 personas han desarrollado trombosis y 14 de ellas han muerto.
Dicho de otra manera: la posibilidad de morir por la vacuna de AstraZeneca es de un 0,0001%.
Percepciones populares
Pero no podemos tampoco negar la evidencia. Que la percepción popular sobre el riesgo de la vacuna sea absolutamente desproporcionada en comparación con el riesgo real no quiere decir que esa percepción no exista, o que no suponga un problema. De hecho, son cada vez más las noticias de ciudadanos de toda Europa que se niegan a ser vacunados con AstraZeneca.
Lo preocupante, en definitiva, es que una percepción irracional puede acabar derivando en un problema real. Porque si cientos de miles de personas (que en principio pretendían vacunarse) rechazan hacerlo por su miedo a AstraZeneca, los perjudicados serán el resto de los ciudadanos.
"El comité de seguridad de la EMA ha concluido hoy que los coágulos de sangre inusuales con plaquetas bajas deben incluirse como efectos secundarios muy raros de Vaxzevria" ha dicho la EMA. La Agencia no ha hecho ninguna recomendación ni ha concretado factores de riesgo específicos por edad o sexo.
La realidad es que la UE y no pocos gobiernos europeos han contribuido a la confusión alrededor de la vacuna de AstraZeneca con sus continuos bandazos y rectificaciones. Lo que las administraciones nacionales y europeas han transmitido a la población no es control de la situación, sino una evidente inseguridad.
Inseguridad alimentada por ese sensacionalismo mediático que sigue a cada noticia sobre un nuevo caso de efectos secundarios de la vacuna de AstraZeneca, por raro que sea este, y por el miedo a una reacción popular irracional que, de momento, sólo ha tenido lugar en el minoritario sector de los negacionistas de la vacunación.
El origen del problema
Pero ¿dónde está el origen del problema? Los primeros ensayos demostraron que la vacuna de AstraZeneca era segura. El hecho de que la empresa decidiera venderla a precio de coste alimentó los recelos de sus rivales, que veían peligrar el negocio multimillonario que supone vender sus propias vacunas a un precio muy superior.
Una decisión, por supuesto, legítima. Como lo es también la de AstraZeneca de vender la vacuna a un precio mínimo que permita cubrir los costes de fabricación.
AstraZeneca cometió, sin embargo, un error no atribuible a sus rivales. Cuando uno de los ciudadanos vacunados con AstraZeneca desarrolló efectos secundarios, la compañía no informó de inmediato a las autoridades sanitarias. Sí paralizó en cambio todos sus ensayos, como recomienda el protocolo aplicado por todas las farmacéuticas.
Ese fue el primero de los pasos en falso de AstraZeneca. El segundo fue un dato malinterpretado y desde luego mal explicado por muchos medios de comunicación: el de que la vacuna tenía una eficacia de "entre el 62 y el 90%". Luego llegó la batalla con la Unión Europea y el rechazo de la vacuna para los mayores de 55 años.
Irresponsabilidad y sensacionalismo
La difusión de dudas sobre la vacuna de AstraZeneca no es sólo sensacionalista, sino también irresponsable. ¿Cuál sería entonces el umbral "aceptable" desde el punto de vista de los negacionistas de las vacunas? ¿Un 0,00001? ¿Un 0,000001? ¿Un riesgo cero?
Como decía ayer en su cuenta de Twitter el eurodiputado José Ramón Bauzá, sólo hace falta leer el prospecto de un medicamento cualquiera, incluidos los más inocuos de ellos, para darse cuenta de que cualquier fármaco, en condiciones excepcionales, puede provocar efectos secundarios graves o incluso fatales.
Pero ese riesgo es asumido de forma cotidiana por millones de personas sin el reparo que sí provocan las vacunas.
Los Gobiernos deben mostrar una diligencia excepcional en la aprobación, el uso y el examen de los posibles efectos secundarios de las vacunas. Pero la prioridad ahora es vacunar al máximo número posible de ciudadanos en el menor tiempo posible.
No es aceptable por tanto que el proceso de vacunación se detenga o se ralentice en base a exageraciones y a datos que, aislados de su contexto, inducen a error y generan temor en la población. Nada demuestra, hasta el momento, que la vacuna de AstraZeneca sea peligrosa más allá de lo razonable.
El alarmismo es, con los datos actuales en la mano, injustificado.