Las imágenes de docenas de radicales pateando y apedreando agentes de policía en las calles de Vallecas, más propias de la Rentería de los años 80 y 90 que del Madrid de 2021, son despreciables y demuestran que la estrategia de la crispación ejecutada por Podemos y otras entidades de la extrema izquierda ha calado entre una buena parte de sus votantes y simpatizantes.
La batalla campal de Vallecas ha inaugurado la campaña electoral a la presidencia de la Comunidad de Madrid de la peor manera posible. Pero ha tenido la virtud de demostrar cómo sería España con los populistas en el poder. Una España más violenta, más intolerante, más cainita. Una España sometida a una kale borroka continua.
Lo que Podemos llama antifascismo no es más que escrache, barbarie y acoso. Poco más que la excusa para que unos cuantos cientos de ultras agredan a placer con el argumento de la lucha contra un fascismo que sólo existe en la más deforme de sus fantasías.
Que nadie se lleve a engaño. Lo visto en Vallecas no sería la excepción en una España en manos de Podemos y sus organizaciones afines, sino la norma. Lo ha demostrado Pablo Echenique cuando ha calificado de "pijos" a los asistentes al acto de Vox y de "pacíficas" las agresiones de aquellos a los que su partido jaleaba pocas horas antes.
Tampoco le ha ido a la zaga un Pablo Iglesias que ha dado por sentada la futura manipulación de los medios de comunicación acerca de las agresiones de Vallecas.
Por suerte, ahí están las imágenes de televisión y las fotografías de la agencia EFE para demostrar quién ha sido el agresor y quién el agredido. Difícil lo tendrá Iglesias para justificar que los suyos han sido los pacíficos, y la policía y Vox los agresores.
Tolerancia y provocaciones
Recordemos también que poco antes de los disturbios, las delegaciones locales de PSOE, Más Madrid y Podemos han emitido un comunicado en el que han arrimado el ascua de los vallecanos a su sardina y han llamado a "no caer en provocaciones".
Por supuesto, la definición de lo que es una provocación y lo que no lo es depende de la tolerancia del supuesto provocado. Y la tolerancia de la izquierda radical ha demostrado en Vallecas ser cercana a cero. ¿Qué cestos pretende hacer la izquierda moderada con estos mimbres?
Como ya hemos defendido en anteriores editoriales de EL ESPAÑOL, Vox tiene tanto derecho como cualquier otro partido a organizar actos electorales en los barrios y las localidades que desee. Cabe recordar aquí que la Delegación del Gobierno había concedido permiso a Vox para su acto.
Dicho lo cual, no podemos aceptar sin más la sobreactuación de un Vox que en vez de actuar con inteligencia, e incluso con ironía, ha azuzado y retado a los radicales que les increpaban, sabedor perfectamente (como lo sabe Podemos) de que las imágenes de violencia encajarían a la perfección en su relato de la creciente amenaza roja y estimularían la polarización que tanto beneficia a ambos populismos.
La sonrisa de Rocío Monasterio durante su discurso ha sido la prueba más clara posible de que la violencia de los radicales no ha sorprendido desprevenido a Vox.
Sólo un antidemócrata puede considerar una provocación la presencia en su barrio de un partido con cuyas ideas no comulga. Pero Santiago Abascal, y eso también es cierto, ha replicado el gesto de Pablo Iglesias del martes de la semana pasada, cuando el líder de Podemos se encaró con dos jóvenes que le increpaban. Si el gesto de Iglesias fue criticable hace una semana, el de Abascal hoy también debe serlo.
Con una diferencia esencial que también cabe señalar aquí. Pablo Iglesias no fue agredido ese día, y los líderes y los simpatizantes de Vox sí han sido agredidos en Vallecas, al igual que los agentes de la Policía Nacional.
Debe haber condenas judiciales
Las fotos y los vídeos que hoy publicamos en EL ESPAÑOL son prueba suficiente de la violencia con la que los cachorros de la extrema izquierda se han enfrentado a la policía.
Esas fotos y esos vídeos deben servir para que los radicales sean identificados de inmediato y puestos a disposición judicial. Las agresiones a los agentes de las fuerzas y cuerpos de seguridad no pueden quedar impunes y deben ser castigadas con extrema contundencia y por un delito de atentado que en España conlleva penas de entre uno y cuatro años de cárcel.
Es inevitable, además, hacer referencia a la estrategia que Podemos ha desarrollado en el escenario político español desde su nacimiento en 2015. Porque no hay forma de violencia política que el partido morado no haya apoyado, alentado, blanqueado o justificado hasta la extenuación.
Podemos trajo a España los escraches argentinos contra los altos cargos de la dictadura y los aplicó contra políticos de la oposición democrática. Se ha asociado con EH Bildu, con ERC y con otros partidos radicales nacionalistas. Ha insultado, señalado y amenazado a periodistas. Ha defendido la okupación, el jarabe democrático y el linchamiento social de los discrepantes.
Nada beneficia más a los radicales que las imágenes que hemos podido ver en todos los medios de comunicación. Si Podemos está desesperado por encontrar rastros de fascismo en España, que empiece buscando entre sus filas. No tardará en encontrarlos.
Madrid le pertenece a todos los españoles.