El empeño de Marruecos en mantener abierta la herida de la crisis con España ha alcanzado el nivel del disparate cuando Rabat ha acusado a España de "tener la voluntad de creer problemas".
Porque tan contemporizadora ha sido la actitud de Pedro Sánchez que, como explica hoy EL ESPAÑOL, ha tenido que ser la UE la que tome las riendas de la crisis fronteriza con la monarquía alauí. Crisis fronteriza que el presidente español ha calificado de mera crisis migratoria con la intención, evidente, de desescalar el conflicto.
Sea o no con la connivencia de Sánchez, lo cierto es que la UE ha tomado la iniciativa, escenificado su descontento con Rabat y ligado la entrega de un paquete millonario de ayudas al norte de África a la resolución inmediata del conflicto.
"España se deja llevar por la voluntad de crear problemas, de frustrar los esfuerzos de Marruecos para consagrar su integridad territorial y de intentar presionar" ha dicho el portavoz del Gobierno marroquí, Saaid Amzazi.
Las amenazas de Marruecos llueven sobre mojado. El jueves, la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, criticó "las declaraciones" de la ministra española de Exteriores, Arancha González Laya, aunque no concretó a qué declaraciones se refería. Según Benyaich, Laya "pone en cuestión el respeto mutuo y la confianza a las que hizo referencia el presidente del Gobierno español".
Marruecos pone precio
Parece obvio que halagando a Sánchez y criticando a Laya, Marruecos pone precio a la cabeza de la ministra. El mensaje parece ser el de que la destitución de Laya por parte de Pedro Sánchez sería suficiente para que Rabat diera por cerrada la crisis con España.
Pero el presidente del Gobierno no puede ceder a lo que es un chantaje a voces. Incluso aunque la gestión de la hospitalización en Logroño de Brahim Ghali, el líder del Frente Polisario, haya sido manifiestamente mejorable y consecuencia de motivaciones más propias de una asociación de activistas que del Ministerio de Exteriores español.
La solución de la crisis generada por Marruecos debe pasar, en fin, por otros caminos que no sean los de la sumisión de España a los ultimátums de su vecino del sur.
Conflicto en punto muerto
A la espera de que la firmeza mostrada por la UE surta efecto, el conflicto parece enquistado en un punto muerto en el que España no tiene nada que ganar y Marruecos, nada que perder. Y de ahí la beligerancia de Rabat, que sigue alimentando la hoguera del conflicto mientras Ceuta lidia aún con los problemas provocados por la presencia de cientos de menores no identificados en sus calles.
El pretexto original de la crisis, la ocultación de la hospitalización de Brahim Ghali en un hospital español, parece haber quedado sepultado en el olvido. Laya ha confirmado que el líder del Polisario saldrá de España cuando esté fuera de peligro, lo que parece descartar cualquier posibilidad de que el Gobierno fuerce su salida o la retrase sine die.
Aún así, Marruecos se resiste a dar por cerrada la crisis e insiste una y otra vez, día tras día, en acusar a España de deslealtad. La reacción de Rabat es imprevisible. Los expertos no descartan nuevas avalanchas migratorias o la multiplicación de la llegada de pateras a las costas españolas este verano.
Casi se diría que Marruecos, envalentonado por el apoyo de los Estados Unidos y por lo que percibe como debilidad del Gobierno español, haya atisbado la posibilidad de dar un paso de gigante hacia la consecución de al menos parte de sus tres grandes objetivos: el control de las aguas canarias, el del Sáhara Occidental y el de las ciudades de Ceuta y Melilla.
Pero el Gobierno no puede ceder a un chantaje tan burdo como perjudicial para los intereses españoles. Someterse a las amenazas hoy supondría abrir la puerta a chantajes con precios cada vez más altos. Hasta que estos resultaran impagables y España se viera abocada a un conflicto político de primer nivel.