Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, provocó ayer una tormenta en el seno de la patronal y el enfado del PP al apoyar los indultos si estos contribuyen a que "las cosas se normalicen" en Cataluña y el resto de España.
Ante la controversia generada, Garamendi ha tenido que volver a pronunciarse para dejar clara la postura de la principal organización de empresarios del país: la CEOE está con la unidad de España, la Constitución y el Estado de derecho.
No puede pasarse por alto el condicional. Si no ayudan a la normalización del escenario político y social, no hay razón que justifique los indultos. Pero no se puede confiar todo a la buena voluntad de los presos.
Es evidente que Garamendi se ha equivocado al posicionarse tan claramente, y el malestar generado es comprensible. La división interna en este asunto es una realidad innegable. Y demuestra que la patronal no es ajena al sentir del conjunto de la sociedad española.
Opiniones enfrentadas
Si los españoles están divididos sobre la pertinencia de indultar a los presos del procés, los empresarios no son una excepción. Como contamos en EL ESPAÑOL, el sector catalán de la patronal apoya la medida de gracia. Pero se topa con la opinión contraria de una buena parte del resto de miembros de la CEOE, que se oponen a los planes del Gobierno.
Este malestar motivó que Garamendi tuviera que matizar sus palabras. Que, en una suerte de epílogo a su afirmación primera, se viera forzado a rebajar la tensión causada.
El presidente de la CEOE debió consensuar una postura común con el resto de directivos, tomando en consideración la opinión mayoritaria de los empresarios españoles. Sobre todo cuando la postura de la patronal, en todo lo respectivo al conflicto catalán, siempre ha sido clara en su respeto al Estado de derecho y las decisiones de los tribunales.
Pero la afirmación de Garamendi es, además, y en cierta manera, un brindis al sol. Porque condicionar los indultos a que sirvan para normalizar la situación equivale a poner el carro frente a las mulas desde el momento en que sólo se podrá comprobar si esa normalización ha tenido lugar después de que se hayan concedido los indultos y ya no haya marcha atrás para ellos.
Lo lógico, en definitiva, sería que los presos normalizaran, y luego, y sólo luego, llegaran los indultos.
El presidente de la CEOE, en resumen, ha patinado en esa cáscara de plátano que es el voluntarismo que lo fía todo a la buena voluntad de los presos. Unos presos que ya han anunciado, por activa y por pasiva, que no piensan cejar en su empeño secesionista. ¿O es que acaso tiene más fe Garamendi en los presos que los propios presos?
Apoyos a los indultos
Lo que parece innegable es que el Gobierno de España ha sabido ganarse el favor de voces autorizadas en un asunto tan controvertido. En el Círculo de Economía de Barcelona, que ha acogido a empresarios tan ilustres como Ana Botín, Pablo Isla o José María Álvarez-Pallete, se han oído voces favorables a la medida de gracia y a la concordia.
El propio Javier Faus, presidente del Círculo, apoyó abiertamente la medida y pidió gestos "de ida y vuelta" tanto desde Moncloa como desde el independentismo.
Los sindicatos hicieron lo propio hace diez días, cuando UGT y CC. OO. llamaron a "recuperar el valor del diálogo, la negociación y la voluntad de acuerdo" y a dejar en libertad, tras "un largo periodo de cárcel", a los presos.
Es evidente que, a diferencia del inmovilismo de Mariano Rajoy, el Gobierno de Pedro Sánchez está demostrando su pericia para recabar apoyos y crear las condiciones para que cada vez sean más los ciudadanos partidarios de la medida de gracia.
Algo que, de hecho, pone de relieve el error que fue la manifestación de Colón. Se constata, como apuntamos en este diario, que no fue ni el formato, ni el lugar, ni el momento adecuado para la convocatoria. Porque si bien hay una mayoría de españoles contraria a los indultos, se respira la sensación de que esa oposición no es beligerante. No se respira, en resumen, sensación de emergencia nacional.