La delirante campaña emprendida por Alberto Garzón contra la industria cárnica puede ser la última que emprenda como ministro de Consumo.
Como informamos hoy en EL ESPAÑOL, Unidas Podemos da ya por amortizado al líder de Izquierda Unida. Prueba de ello es que ningún alto cargo de la formación morada salió ayer en su defensa frente a los ataques y las burlas de destacados líderes socialistas, y entre ellos las del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Una defensa que Garzón, a golpe de arremetidas contra sectores fundamentales de la economía, ha convertido en imposible. No hay charco en el que se haya resistido a chapotear.
Garzón dijo del turismo y la hostelería que son sectores de "poco valor añadido", sin considerar que estos representaron cerca del 15% del PIB nacional en 2018.
Devaluó con criterios cuestionables productos tradicionales y simbólicos del país como el jamón, el queso y el aceite de oliva con la puesta en marcha de Nutriscore.
Fracasó en su reforma de la regulación de las casas de apuestas, hasta el punto de producir el efecto contrario al anhelado.
Y ha terminado por coronar la cumbre del esperpento con un vídeo sostenido sobre datos muy discutibles que aboga por reducir el consumo de carne para "salvar el planeta". A la contra, además, de un sector que da empleo a cientos de miles de trabajadores ("Garzón sigue viviendo en los años 80" han dicho sus portavoces) y para desesperación de sus socios políticos, que han visto en sus palabras el chuletón que colma el vaso.
Sin respaldo
Garzón se ha sentado, pues, en una silla sin respaldo. En Unidas Podemos el silencio ha sido más propio de velatorio y los silbidos de las balas disparadas desde Ferraz se han oído a kilómetros.
El ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, fue ayer el primero en poner en vereda a su compañero. "El sector ganadero está siendo objeto de críticas profundamente injustas y merece un respeto por el trabajo honesto que hacen por nuestra alimentación y nuestra economía" afirmó. Luego añadió que "señalar con el dedo al sector cárnico no es justo" y que "esta campaña es tan errónea como la de el azúcar mata". Una campaña también emprendida por Garzón.
También el presidente Pedro Sánchez ha ridiculizado al ministro de Consumo a ritmo de chascarrillo: "Donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible".
El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, le ha acusado nada más y nada menos que de "inventarse su cargo todos los días" porque "no tiene nada que hacer". Es difícil imaginar una crítica más demoledora para un ministro que la de inventar problemas inexistentes para justificar sueldo y cargo.
Garzón, lejos de retractarse, ha mantenido sus afirmaciones, ha criticado las reacciones "viscerales" y ha exclamado que este era un tema de consenso con sus socios de Gobierno. Un punto desmentido por el ministro Luis Planas.
Más responsabilidad
Las principales organizaciones de ganaderos han denunciado que la campaña de Consumo está fundamentada en aseveraciones "erróneas o desenfocadas" empleadas "de forma interesada". Esas organizaciones le han recordado al ministro que el sector genera 2.500.000 de empleos en España y cerca de 9.000 millones de euros únicamente en exportaciones.
¿Cómo es posible que un ministro difame un sector económico decisivo, una vez más, en un escenario de profunda crisis económica? ¿Qué tiene que ocurrir para que un ministro, a la vista de sus constantes tropiezos, renuncie a su cargo?
El Gobierno debe velar por el cumplimiento de los acuerdos de París y la reducción de la emisión de gases de efecto invernadero, pero las declaraciones de Garzón ponen en evidencia a un ministro desorientado y reincidente, y confirman que no es tan peligroso el consumo de carne para el planeta como lo es Garzón para los intereses de España.