El caos generado en Kabul tras la súbita espantada americana y la posterior reconquista del país por los insurgentes talibanes ha convertido el rescate del personal de la embajada española en una misión endiabladamente compleja.
En el momento de escribir este editorial, los dos aviones militares que el Gobierno pretendía enviar a Kabul para esa evacuación seguían todavía en Zaragoza, aunque estaba previsto que el primero de ellos despegara a las 22:30 y el segundo, a las 9:00 de la mañana de este martes.
Las escenas atroces vividas en el aeropuerto de Kabul, con miles de ciudadanos afganos invadiendo las pistas, encaramándose a los aviones antes de su despegue y cayendo desde cientos de metros de altura son la prueba fehaciente de que la evacuación del personal de las embajadas occidentales y de sus colaboradores se ha convertido en un sálvese quien pueda apocalíptico. Algo cuya responsabilidad recae por entero en el calamitoso plan de retirada diseñado por la administración Biden.
Mientras tanto, docenas de patrullas de talibanes recorren la ciudad a bordo de sus furgonetas Toyota buscando colaboracionistas y dificultando que los empleados de las embajadas puedan llegar hasta el aeropuerto. Como explica hoy EL ESPAÑOL, los insurgentes inspeccionan ya casa por casa a la búsqueda de aquellos que hayan trabajado para gobiernos occidentales.
Pedro Sánchez debe liderar
En estas circunstancias, es imperativo que Pedro Sánchez interrumpa sus vacaciones y tome las riendas del rescate en coordinación con el jefe de la oposición, Pablo Casado.
Sánchez, a diferencia de Angela Merkel, Boris Johnson y por supuesto Joe Biden, es el único líder de un gran país occidental que todavía no ha dado explicaciones a sus ciudadanos. Y todo ello, mientras cientos de españoles y sus colaboradores afganos permanecen atascados en la ratonera de Kabul.
El rescate del personal español, y de cientos de colaboradores junto a sus esposas e hijos, es una operación compleja que requiere la intervención de efectivos militares, de medios diplomáticos y de todos los ministerios involucrados.
Por suerte, España cuenta con una indudablemente competente ministra de Defensa y con un ministro de Exteriores avezado en los meandros y los recovecos de la diplomacia internacional.
Pero el presidente no puede hacer recaer la responsabilidad de un asunto como este sobre los hombros de Margarita Robles y José Manuel Albares. La evacuación del personal español es un asunto de Estado y requiere de la intervención del presidente del Gobierno. Es precisamente en momentos como este cuando un líder debe dar un paso adelante y dar el do de pecho para proteger a sus ciudadanos.
Trabajadores y familias
La prioridad absoluta del Gobierno español debe ser ahora rescatar al personal de la embajada española en Kabul, compuesto principalmente por trabajadores civiles y diplomáticos, pero también por los agentes de policía encargados de la seguridad de la sede.
Pero España tiene también una deuda con todos aquellos ciudadanos afganos que han colaborado con el Gobierno español, y entre los que se encuentran tanto traductores como personal de mantenimiento.
La deuda alcanza también, por supuesto, a sus familias. Porque cuando los talibanes lleguen a la puerta de sus domicilios no harán distinción alguna entre hombres, mujeres y niños. Todos ellos sufrirán el peor de los destinos posibles.
La situación en el aeropuerto de Kabul sigue siendo caótica, aunque parece haber mejorado levemente durante las últimas horas. Pero la volatilidad de la situación y la posibilidad de que una facción insurgente actúe por libre o de que estalle un enfrentamiento en las calles de Kabul urge a explorar todas las vías posibles para una evacuación inmediata de los españoles que todavía permanecen en Kabul.