Las declaraciones de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, convocando a un debate sobre la vacunación obligatoria no tendrán efectos ejecutivos (la Comisión no tiene competencias en este terreno) pero abren la puerta a la posibilidad de que los países de la UE pongan en práctica esta medida en un futuro cercano.
Las palabras de von der Leyen llegan además 24 horas después de que el futuro canciller alemán, el socialista Olaf Scholz, se haya manifestado a favor de la vacunación obligatoria dado al aumento de los contagios en su país.
"No me corresponde dar ningún tipo de recomendación. Pero hace dos o tres años yo jamás habría pensando en ver lo que estamos viendo ahora con esta horrible pandemia. Tenemos vacunas que salvan vidas, pero no están siendo aplicadas correctamente en todas partes. Y el precio es enorme" ha dicho von der Leyen.
Von der Leyen ha aprovechado a favor de su tesis la coincidencia de varios factores. El primero, el aumento de los contagios en buena parte de la UE. El segundo, la aparición de una variante nueva, la ómicron. El tercero, el dato de que un tercio de los europeos no están todavía vacunados.
Contagios delta
La realidad es que los primeros datos conocidos acerca de la variante ómicron parecen confirmar que esta es menos agresiva de lo que el alarmismo inicial, espoleado por el Gobierno británico, parecía sugerir.
La propia descubridora de la nueva variante, la doctora sudafricana Angelique Coetzee, ha restado importancia a la ómicron afirmando que nadie ha caído "gravemente enfermo" por ella en su país y culpando al Reino Unido por la imposición de restricciones "injustificadas" a varios países africanos.
La realidad es que el mencionado aumento de los contagios en varios países europeos (menor en España, donde el porcentaje de vacunados roza el 80%, por el 68,5% alemán o el 69,8% francés) se deben a la variante delta y no a la ómicron.
La realidad, también, es que las vacunas han tenido el efecto positivo previsto, que la industria farmacéutica y los sistemas de salud han respondido de forma eficaz, y que la UE parece estar desviando el foco acerca de sus propias responsabilidades en la gestión de la epidemia al lanzar un debate inexistente entre los expertos sanitarios.
Libertad (y responsabilidad)
Como ya ha reivindicado en anteriores editoriales, este diario defiende una perspectiva estrictamente liberal frente a la vacunación. Los Gobiernos y la UE no pueden obligar a los ciudadanos a vacunarse y ello por razones tanto morales como sanitarias, como jurídicas.
Lo que sí pueden hacer las Administraciones es imponer restricciones a los ciudadanos no vacunados para evitar la propagación de la enfermedad o la generación de nuevas variantes potencialmente peligrosas.
Recordemos que fue la propia UE, con la colaboración de varios Gobiernos europeos, la que generó dudas en un primer momento sobre la eficacia de las vacunas a raíz de una disputa estrictamente comercial entre Bruselas y la empresa británica AstraZeneca. El negacionismo de una buena parte de esos ciudadanos europeos que se han manifestado durante las últimas semanas contra la imposición del pasaporte Covid son, en buena parte, resultado de esa irresponsabilidad inicial.
Si esas protestas atemorizan a algunos Gobiernos europeos, lo que deben hacer estos es redoblar el trabajo pedagógico y de concienciación de su ciudadanía para que esta no caiga en el alarmismo negacionista.
Pero recurrir a medidas tan dudosas como la de la vacunación obligatoria sin pasar antes por la medida intermedia de la exigencia del pasaporte sanitario (que incrementaría de forma muy sensible el porcentaje de vacunados entre los ciudadanos dudosos) parece obedecer más a criterios mercadotécnicos que estrictamente sanitarios. No es hora, en fin, de tacticismos cortoplacistas, sino de liderazgos políticos claros.