José Manuel Albares comparecerá mañana a petición propia en el Congreso de los Diputados. El motivo del ministro de Exteriores no es otro que abordar con el resto de los grupos parlamentarios la situación “extraordinaria” que se desarrolla en Ucrania, con más de 100.000 efectivos rusos a las puertas y un arsenal de guerra preparado y a la espera de la orden definitiva de Vladímir Putin.

Que el dirigente ruso se atreva a dar o no el paso de ocupar parcial o totalmente Ucrania, menos de una década después de desestabilizar la región del Donbass y anexionar la península de Crimea a Rusia, es una incógnita. Pero si es una duda por resolver y no una certeza sin lagunas se debe, precisamente, a la determinación de la OTAN, sin excepción de España, de defender la integridad territorial del aliado por la vía diplomática, hasta agotarla, y por la militar, si es necesario.

La respuesta del Gobierno ha sido intachable hasta la fecha, más si cabe con la organización española de la próxima cumbre de la OTAN en el horizonte. Al apoyo con palabras ha sumado el despliegue de la fragata Blas de Lezo y el buque Meteoro al mar Negro, área clave en cualquier ofensiva que pueda tramar el Kremlin. A esto se suma la iniciativa de Albares para concentrar la mayor unidad política a un posible escenario extremo, como sería la entrada en conflicto con Rusia, y dejar al desnudo las posturas de los partidos que se oponen a la defensa de Ucrania.

La altura demostrada por Partido Popular y Ciudadanos al apoyar sin fisuras al Gobierno, a los que mañana puede sumarse Vox (si rompe este lunes, como formación, un silencio que ha levantado justificadas suspicacias), contrasta con la postura infantil del aliado de Gobierno del PSOE. Unidas Podemos, febrilmente crítico, se ha ceñido al pervertido eslogan del No a la guerra y ha firmado junto a Bildu, Más País y Compromís, entre otros, un manifiesto que reclama el respeto de la “soberanía de los pueblos”.

Bloques

Pero ¿de qué manera se defiende la soberanía de la endeble y democrática Ucrania dejando su suerte a merced de la gigante y autoritaria República de Rusia? ¿No es evidente que es la obcecación expansionista de Putin, y nada más, lo que pone en peligro la soberanía del pueblo ucraniano?

Por otra parte, resultan llamativas las posiciones de los independentistas catalanes. ERC ha llamado al Gobierno a "no participar en la escalada bélica entre Rusia y Ucrania". Pero ¿qué escalada bélica se está produciendo, si únicamente existe la amenaza de invasión de Moscú sobre la antigua república soviética? ¿Por qué razón sitúa al mismo nivel al opresor y al oprimido, al verdugo y a la víctima? Tampoco pasa inadvertido el silencio del PDeCAT. Muy ruidoso cuando son conocidos los vínculos del secesionismo catalán para arrancar el apoyo del Kremlin.

Llama la atención que el bloque progresista que apoyó los presupuestos generales sea el mismo que se posiciona en contra del bloque occidental en la defensa de Ucrania. Especialmente si tenemos en cuenta, como sostiene la historiadora y periodista Anne Applebaum en la entrevista que publicamos hoy en EL ESPAÑOL, que “decir no a la guerra significa decir sí a la invasión de Ucrania”.

Consenso

Sánchez, que ha recibido el agradecimiento del secretario general de la Alianza Atlántica, Jens Stoltenberg, por su implicación en la crisis, es testigo directo de cómo el populismo de izquierdas, en una lógica que comprende a Estados Unidos como amenaza y se venda los ojos ante el régimen represor de Putin, no sólo se desmarca de su postura, sino que lo convierte en diana de furibundos ataques.

Debe cundir el mensaje de Stoltenberg al presidente dentro y fuera de España: “Permanecemos unidos, listos para defendernos mutuamente y listos para el diálogo”. Del mismo modo, en el seno de la Unión Europea. Los 27 ministros de Exteriores, reunidos con su homólogo estadounidense, deben fijar hoy una postura común ante el pulso de Putin, sacudirse las dudas que asaltan por la alta dependencia de Centroeuropa al gas ruso y desprenderse de una imagen de flaqueza que envalentona a Moscú. Lo contrario trasladaría un mensaje contraproducente.

En cuestiones de vital importancia no puede haber fisuras. Sería deseable que el consenso entre las fuerzas moderadas se ampliara en España. Que la opinión del Gobierno sobre Ucrania sea una e inequívoca. Y que la UE, en fin, saque el músculo de la unidad.