Pocas victorias merecen más el adjetivo de pírrica que la del PP en las elecciones autonómicas de Castilla y León de ayer domingo. El PP ha obtenido 31 escaños (por los 29 de 2019) y el PSOE 29 (por los 35 de 2019). Pero la debacle de Ciudadanos y, sobre todo, el excelente resultado de Vox, ha dejado al PP sin otra opción que la gobernar junto a los de Santiago Abascal. Su geometría será, por tanto, invariable.
Las expectativas el 20 de diciembre, cuando Alfonso Fernández Mañueco convocó elecciones anticipadas, eran muy superiores al resultado que han arrojado las urnas. Los sondeos internos de Génova dibujaban entonces un escenario cercano a la mayoría absoluta, lo que habría permitido al PP gobernar en solitario y con el apoyo inane y externo, casi obligado por las circunstancias, de Vox.
Pero los números que han arrojado las urnas son el segundo peor escenario posible para el PP tras una derrota a manos del PSOE. Es decir, el de una victoria tan escasa que el peso de Vox sea incluso mayor al que Ciudadanos ha tenido durante los últimos tres años. El PP ha cambiado así un socio centrado, liberal y moderado, por uno a su derecha, radical e imprevisible.
Su propia ratonera
Pablo Casado ha caído en su propia ratonera. Fue él mismo el que decidió escenificar un alejamiento de Vox (en términos extraordinariamente contundentes) durante la moción de censura presentada por los de Santiago Abascal contra Pedro Sánchez. Y fue también Génova la que decidió alentar la decisión de romper el Gobierno con Ciudadanos en Castilla y León y convocar elecciones anticipadas.
Si el objetivo era acabar con Ciudadanos, el resultado ha sido excelente. El partido naranja se ha quedado con un solo escaño (en 2019 obtuvo 12) y su futuro cotiza ya muy a la baja, tanto en Andalucía como en el resto del país.
Pero si el objetivo era obtener una victoria a lo Isabel Díaz Ayuso que demostrara que su victoria en abril de 2021 fue más mérito del partido que de ella, el resultado no ha podido ser más decepcionante.
¿Cómo defenderá ahora Pablo Casado su negativa a negociar con Vox? Al contrario que la presidenta de la Comunidad de Madrid, que dijo esta semana que prefiere pactar con el partido de Ortega Lara que con quienes pactan con sus secuestradores (en referencia al PSOE), Casado ha cerrado la puerta a Vox. El tiempo le ha acabado colocando en la situación más incómoda posible: darle la razón tanto a Ayuso como a Vox.
Cambio de estrategia
A la vista de los resultados electorales, es obvio que convocar elecciones en Castilla y León ha sido un inmenso error.
Castilla y León no es Madrid y tampoco Andalucía, comunidades con un peso político y electoral mucho mayor. Pero si el escenario castellano se repite en Andalucía, el PP tendrá un serio problema.
Porque todo el esfuerzo de Génova se ha centrado durante los últimos años en ocupar ese espacio de centro que Pedro Sánchez abandonó para pactar con ERC, EH Bildu y Unidas Podemos. Un espacio de centro que, además, ha demostrado ser inexpugnable para los populares. Primero, porque el suelo del PSOE está más alto de lo previsible. Y segundo, porque el electorado que abandona Ciudadanos lo hace en todo caso para irse a Vox, no al PP.
Pero si el PP empieza a gobernar ahora junto a Vox, el terreno quedará nivelado y su principal argumento, el de la "radicalidad" de Sánchez, quedará desactivado. Es en este sentido que las elecciones de Castilla y León han supuesto un retroceso para los populares. Siguen gobernando en la la comunidad, donde ya lo hacían desde 2019, pero su estrategia centrista ha quedado amortizada.
El PP vuelve así a la derecha dura tras dos años en el centroderecha.