"Todos mis rivales tienen un plan hasta que les suelto el primer guantazo" decía el boxeador Mike Tyson. Una frase que podría atribuirse hoy sin problemas a un Alberto Núñez Feijóo cuya habilidad para escapar de esa esquina del cuadrilátero político en la que pretende arrinconarle el PSOE ha sorprendido incluso a buena parte de los suyos.
Esa esquina del cuadrilátero es aquella en la que mora Vox. Y el plan, ese que le niega al PP la posibilidad de pactar con Vox mientras el PSOE mantiene abiertas de par en par las puertas de Podemos, ERC y EH Bildu. Algo que, en la práctica, obliga al PP a renunciar a gobernar en ninguna ciudad o comunidad donde no consiga una mayoría absoluta.
Había motivos de sobra, en fin, para suponer que la trampa de la que no logró zafarse Pablo Casado ni siquiera tras su durísimo discurso de la moción de censura de Vox a Pedro Sánchez iba a traerle el mismo tipo de problemas a Feijóo. Sobre todo a la vista de que el pacto en Castilla y León entre Alfonso Fernández Mañueco y Vox era ya una realidad en ciernes cuando el gallego fue investido presidente del PP.
Pero Feijóo, cuyo estilo sereno y alejado de los maniqueísmos habituales del populismo esconde un fondo mucho más firme y seguro de sí mismo y de sus posibilidades de lo que parece, ha escapado de esa trampa haciendo aquello que no se veía en el PP prácticamente desde los tiempos de José María Aznar: tomar la iniciativa.
Gobiernos de Bildu
De Feijóo ha partido la idea de proponer al PSOE que ambos partidos permitan gobernar a la lista más votada. Una propuesta que deja la pelota en el tejado del PSOE y que Feijóo ha rematado con una carga de profundidad de las que hacen daño: "Hoy, Bildu elige gobiernos en España". Gobiernos, no hace falta aclararlo, del PSOE.
Feijóo también ha marcado agenda propia rechazando estar hoy presente en la toma de posesión de Mañueco en Castilla y León. La decisión, como es obvio, no ha sido recibida con agrado por una parte del PP castellanoleonés. Pero lo cortés del pragmatismo de Feijóo (Mañueco no tenía otra alternativa viable a su alcance) no quita lo valiente de su idealismo encaminado a que la dependencia del PP de los de Santiago Abascal sea la menor posible, si no puede ser lisa y llanamente nula.
De Feijóo ha partido también la idea de negarse a negociar cualquier acuerdo sobre el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) antes de que Sánchez dé respuesta al plan económico que el presidente del PP le presentará en breve. El "no" de Sánchez está garantizado. Pero Feijóo demostrará así que su prioridad son los problemas reales de los ciudadanos provocados por la crisis económica antes que el control del CGPJ.
Una agenda propia
Con esas decisiones, y con otras como la de reunirse hoy con patronal y sindicatos para la discusión de su mencionado plan económico, Feijóo está marcando una agenda propia que huye de esa pasividad reactiva que tantas veces se le reprochó a un Casado al que tanto le costó encontrar un tono en el que sentirse cómodo frente al PSOE.
La verdadera reválida de Feijóo, sin embargo, será la de las elecciones andaluzas que Juanma Moreno podría convocar hoy para el 12 de junio. Es ahí donde el nuevo líder del PP se juega buena parte de su estrategia para el próximo año y medio. El sondeo que EL ESPAÑOL ha publicado este lunes vaticina un escenario a medio camino de la aplastante victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid y la pírrica victoria de Mañueco en CyL.
Si ese escenario se confirma, Feijóo se verá en la tesitura de tomarle la palabra a Bolaños, romper el gobierno de CyL y gobernar en Andalucía (la comunidad hoy más importante políticamente de España después de la de Madrid) con la abstención del PSOE, o jugarse sus opciones en unas negociaciones en las que Vox también se juega sus posibilidades para las futuras elecciones generales.
Un dato no ha pasado desapercibido en el PP. Es el que dice que una parte no precisamente irrelevante de los votantes del PSOE ven en Feijóo un líder incluso más fiable que los de su propio partido. Es por ahí por donde Feijóo podría intentar el asalto a la cima de la Moncloa. Pero para ello deberá primero mantenerse en el centro del cuadrilátero, lejos de Vox, pero alejando al mismo tiempo al PSOE de dicho centro. Sólo desde esa posición podrá llegar a los grandes pactos de Estado que necesitan los españoles.