La redacción de la propuesta de ley con la que el PSOE pretende erradicar el proxenetismo abre la puerta a la prohibición de la producción de porno en España.
Dicha prohibición abarcaría formatos como el cine y las revistas, residual en el primer caso e inexistente ya en el segundo, pero sobre todo OnlyFans, la plataforma digital que ha absorbido una buena parte del mercado pornográfico internacional y que ha convertido a las actrices porno en profesionales autónomas a las que los clientes pagan de forma directa, sin intermediarios, por la realización de "actos de naturaleza sexual".
Esa, la de "actos de naturaleza sexual", es precisamente la expresión que utiliza el artículo 187 ter de la propuesta de ley del PSOE: "El hecho de convenir la práctica de actos de naturaleza sexual a cambio de dinero u otro tipo de prestación de contenido económico será castigado con multa de doce a veinticuatro meses".
Una vieja aspiración socialista
La redacción del artículo es lo suficientemente ambigua como para abarcar también cualquier acto sexual explícito incluido en películas no pornográficas. De acuerdo con la ley, películas como Los idiotas de Lars von Trier, The Brown Bunny de Vincent Gallo, Caligula de Tinto Brass o Shortbus de John Cameron Mitchell no podrían ser rodadas en España.
Más aún: de acuerdo con el texto, y dada la indeterminación de la expresión "actos de naturaleza sexual", directores como David Lynch (Mulholland Drive), Stanley Kubrick (Eyes Wide Shut) o Sofia Coppola (Somewhere) podrían ser multados en España por la inclusión de ese tipo de "actos" en sus películas, a pesar de no tratarse de sexo explícito y real, como los casos mencionados en el párrafo anterior.
La prohibición de la pornografía es una vieja aspiración de los sectores feministas del PSOE. Entrevistada por EL ESPAÑOL en junio de 2019, la hoy secretaria de Igualdad del PSOE, Andrea Fernández, defendía la abolición de la pornografía, a la que situaba en el mismo nivel que la prostitución y el proxenetismo, y a la que acusaba de "generar manadas" de agresores sexuales.
Sobre la relación entre pornografía y violencia sexual existen estudios para todos los gustos. Algunos de ellos hablan de una relación directa entre el consumo de pornografía y la "deshumanización" de las relaciones sexuales entre adultos, mientras que otros hablan de la pornografía como una "válvula de escape" que previene el incremento de delitos sexuales.
Acusar a la pornografía de la generación de "manadas" de violadores parece en cualquier caso, y a falta de pruebas de peso, una afirmación desorbitada y más relacionada con los prejuicios y la moral de quien la esgrime que con la realidad.
Cosa muy diferente es la comisión de delitos de explotación de menores o de abusos sexuales como esos por los que fue acusado en su momento el empresario español del porno Torbe. O la facilidad de acceso de los menores de edad al porno.
Extraños compañeros de cama
El debate no es nuevo. Se ha planteado de forma rutinaria para los videojuegos, el cine de acción "violento" o incluso la música rock, contra la que el Partido Demócrata americano, en los años 80 y liderado por Tipper Gore, la mujer de Al Gore, emprendió una cruzada que, según muchos juristas, violaba la Primera Enmienda de la Constitución de los EEUU, y que condujo a la censura y el etiquetado de aquellos discos con letras sexuales, violentas o que "glorificaran" el consumo de drogas.
El camino que ha empezado a recorrer el PSOE no le saldrá gratis a los ciudadanos españoles. La prohibición de la pornografía niega la autonomía personal de aquellas personas que, libremente, deciden trabajar en la industria pornográfica y abre el camino a un neopuritanismo progresista que se asemeja como dos gotas de agua a la vieja y carpetovetónica moral sexual del franquismo.
Es probable que en su viaje hacia la demonización del sexo pagado consentido el PSOE encuentre aliados inesperados en la extrema derecha y en la más rancia santurronería religiosa, tanto cristiana como islámica. La política solía hacer extraños compañeros de cama. Hoy, la moral de la política hace extraños compañeros de confesionario.