La cumbre de la OTAN en Madrid ha arrojado por el momento un balance positivo tanto para la unidad de acción de los aliados como para los intereses de España. Pero no hay que perder de vista que en esta Cumbre se están identificando también las amenazas que tendrá que enfrentar el mundo libre durante los próximos años.
La magnitud de dichos desafíos no es menor. Y de ahí que la OTAN salga de esta cumbre definiéndose como una "alianza nuclear". Anticipando el nuevo orden internacional que está por venir, los aliados han enterrado en Madrid el marco geopolítico del siglo XX y empezado a posicionarse de cara a los nuevos desafíos del siglo XXI.
Es muy revelador que el nuevo Concepto Estratégico de Madrid haya arrebatado a Rusia el estatus de "socio estratégico" del que gozaba en el anterior Concepto Estratégico, el de Lisboa 2010, para pasar a ser considerada como la principal amenaza a la seguridad euroatlántica. Igualmente relevante es la mención por primera vez de China, a la que el nuevo Concepto Estratégico califica, con diplomática mesura, de "desafío".
No es difícil intuir en esta denominación una preparación para la auténtica amenaza geopolítica que se está incubando hoy. Porque será China, y no Rusia, la potencia que disputará la hegemonía al eje euroatlántico y que pondrá en jaque el orden mundial definido por las democracias liberales de Occidente.
En Madrid se ha delimitado, en resumen, el nuevo orden internacional del siglo XXI. A un lado, el bloque de las democracias, arropado por el poder militar de la OTAN. Al otro, el bloque de las autocracias, encarnado por Rusia, China y los países emergentes no alineados con Occidente.
Resultado positivo para España
El Gobierno de Pedro Sánchez se ha anotado varios éxitos en esta cumbre. Primero, por el relanzamiento de la relación de amistad entre España y EEUU, muy dañada desde el desplante de José Luis Rodríguez Zapatero a la bandera americana en 2003.
La ampliación de la cooperación en materia de Defensa acordada por Sánchez y Joe Biden es la primera pata del éxito del que puede presumir el presidente del Gobierno. Los refuerzos del contingente naval de la base de Rota y el compromiso conjunto de vigilar la inmigración en el norte de África se enmarcan dentro de la petición en la que lleva meses trabajando España: la de que la OTAN mire hacia su flanco sur.
La victoria diplomática de Sánchez radica en haber conseguido marcar al menos parcialmente la agenda de la Cumbre, reconduciendo la atención de la Alianza hacia la inestabilidad que amenaza dicha frontera sur. La iniciativa española ha sido así determinante para que los aliados hayan acordado introducir en el nuevo Concepto Estratégico los asuntos concernientes al Norte de África y el Sahel.
Algo menos llamativo ha sido el triunfo de Sánchez en lo relativo a Ceuta y Melilla. Es verdad que a lo más que podía aspirar España era a una declaración genérica y diplomáticamente ambigua sobre la protección de la "integridad territorial de los aliados". Declaración capaz de satisfacer las preocupaciones de España, pero sin inquietar a Marruecos, socio clave de EEUU en el Magreb.
Ceuta y Melilla
El secretario general de la OTAN ya adelantó, de hecho, que la Alianza no modificaría su Tratado fundacional, que deja fuera del amparo militar de la Alianza a Ceuta y Melilla. Y por eso la referencia indirecta y no explícita a las plazas españolas en el norte de África, aunque sea haciendo una interpretación extensiva de la expresión escogida en el texto, puede considerarse también un éxito para el Gobierno.
Sánchez es consciente, además, de que la imagen de líder internacional que está proyectando durante la Cumbre viene en su auxilio cuando estaba en las horas más bajas de su legislatura. Algo parecido ocurrió tras su victoria frente a la Comisión Europea con la aprobación de la llamada "excepción ibérica".
Y de ahí el interés del Gobierno en esgrimir y amortizar las conquistas de la delegación española durante la Cumbre, con un Albares que ha llegado a decir que esta ha sido un acontecimiento a la altura de la Cumbre de Yalta o de la caída del Muro de Berlín. Un triunfalismo que, no obstante, no debería desmerecer los logros tangibles de España en esta Cumbre de Madrid.