La disparatada redacción de la llamada ley del 'sí es sí' está provocando una cascada de excarcelaciones y reducciones de pena de decenas de agresores sexuales. Sin embargo, Unidas Podemos no lo ve motivo suficiente para rectificar. Por otra parte, la carestía de profesionales sanitarios en España está disparando la competencia entre Comunidades Autónomas por captar el escaso talento disponible. Finalmente, Twitter es un avispero desde la llegada de Elon Musk, que amenaza a decenas de miles de trabajadores con el despido, y que proyecta una actitud poco propicia para la paz interna.
El verdadero motivo para el pánico de las mujeres
La ley del 'sí es sí' está obteniendo el resultado opuesto al deseado. Desde su entrada en vigor, decenas de agresores sexuales han visto sus penas reducidas. Algunos, incluso, están saliendo libres a la calle.
Pero más descorazonador incluso que la incompetencia de Unidas Podemos, respaldada por un Ministerio de Justicia que no puede desentenderse de su responsabilidad, es la actitud adoptada desde el Ministerio de Igualdad por las abanderadas de la iniciativa.
Irene Montero ha asegurado que los jueces están "incumpliendo las leyes". Su secretaria de Estado, Ángela Rodríguez, ha añadido que les falta "formación" y que replican "patrones machistas".
Pero la guinda la ha puesto la delegada del Gobierno para Violencia de Género, Victoria Rosell, que ha señalado a las defensas de los agresores sexuales como "abogados de violadores" y que ha pedido a la prensa que deje de informar sobre los resultados nefastos de sus errores. Su argumento fue que eso "asusta a las mujeres".
Lo que debe comprender Rosell es que, le guste o no, cualquier ciudadano en España tiene derecho a defensa jurídica, independientemente del delito del que se le acuse. También, que el miedo de las mujeres no procede de la prensa, sino de una ley, como la suya, que las desprotege.
No hay problema de competencia, sino de escasez
España tiene un serio problema. Ocho de cada diez médicos de las zonas rurales se van a jubilar en los próximos veinte años. La solución no parece ni cercana ni sencilla. Y, desde luego, no es el único contratiempo al que se enfrenta la Sanidad pública. La huelga de la Atención Primaria en Madrid ha devuelto a primera plana la escasez de médicos y enfermeros, que en servicios de Urgencias y en las guardias llegan a trabajar durante 24 horas continuadas. En países como Reino Unido, el máximo legal es la mitad.
En este contexto de carestía, es comprensible que las distintas Administraciones autonómicas lancen planes para atraer a profesionales que cubran las vacantes. Tanto en las zonas rurales, que compiten con el mayor atractivo de las grandes capitales con salarios más altos, como en las grandes ciudades.
Esta competición debe encender las alarmas sobre la crisis estructural del sistema. Urge crear una política nacional que estimule la ocupación de las plazas que quedan vacías y que evite el éxodo de profesionales a otros países de Europa, donde las condiciones son sensiblemente mejores. El sistema va camino del colapso. Conviene tomar cartas en el asunto antes de que sea demasiado tarde.
La arrogancia de Elon Musk en Twitter
No es fácil intuir la estrategia de Elon Musk en Twitter. Prometió que devolvería la categoría de ágora mundial a la red social, cuyos anteriores propietarios se sobrepasaron limitando la libertad de expresión en su voluntad de coartar los discursos de odio.
Musk también deslizó el plan de convertir Twitter en una superaplicación. Es decir, en una plataforma multiusos, como WeChat en China, que sirva para compartir ideas, reservar mesa en el restaurante o pedir consulta en el médico.
Pero lo que estamos descubriendo en sus primeras semanas como propietario de Twitter es más bien una desconcertante política del terror con sus trabajadores. Las amenazas de despidos masivos han provocado, de hecho, que se extienda la psicosis entre los usuarios, que ya hablan (por error, de momento) del posible cierre de Twitter.
No es ese un escenario probable. Pero parece claro que, independientemente de que Musk tenga derecho a organizar su empresa como considere, esta arrogancia no le beneficia en absoluto. No son de recibo ni las amenazas a sus trabajadores, ni los despidos con memes, ni el gamberrismo con el que se conduce en su propia red social.
Musk está muy lejos de la ejemplaridad. Y, desde luego, no está creando el clima limpio deseable para una supuesta "ágora internacional". Con sus formas y modales, calcados del trumpismo, el magnate está dando alas a quienes promueven el traslado a otras redes que, con un servicio similar a Twitter, pueden llegar a ofrecer más ventajas, más estabilidad y un ambiente más respirable.
*** El Merodeador es el seudónimo colectivo de la sección de Opinión de EL ESPAÑOL integrada por Cristian Campos, Jorge Raya Pons y Víctor Núñez.